lunes, 21 de enero de 2008

Tirar la piedra y esconder la mano

Viniendo hacia el trabajo, he leído en la portada de El Mundo algo que ya oí ayer en algún telediario: Rajoy se compromete a eliminar la asignatura de "Educación para la ciudadanía" si es elegido presidente del gobierno.

Deberíamos felicitarle. En serio. No quisiera recurrir siempre al "si yo fuera votante del PP... ", pero si lo fuera, de verdad, me colmaría de satisfacción que el líder de mi partido, por fin, se hubiera decidido a formular alguna propuesta programática de cara a las elecciones. Aunque sea a un mes de las mismas.

Desde luego, no estoy de acuerdo con la propuesta. "Educación para la ciudadanía", desde mi punto de vista, supone la posibilidad de algo de lo que ya he hablado en entradas anteriores: la ansiada -sólo por algunos y algunas, al parecer- pedagogía democrática, de la que nuestras sociedades están visiblemente necesitadas.

La palabra ciudadanía significa precisamente eso. Y, por lo tanto, su impartición formal en la escuela, no se saldará sino con la trasmisión de aquellos valores que son -o deberían ser- propios de sociedades democráticas: la libertad, la igualdad, la tolerancia -o, mejor aún, el respeto y la aceptación del pluralismo-, la solidaridad...

Todo esto, tal y como en los últimos meses se ha puesto de manifiesto, parece ser demasiado para muchos y para muchas. ¿Es que la democracia es demasiado pedir para la derecha de nuestro país? Casi da miedo pensarlo...

Parece ser demasiado, sin duda, cuando dos líderes elegidos con inalcanzables mayorías democráticas amenazan en la misma semana con dimitir de sus cargos para poder optar -o por no poder, precisamente- a otros más altos. Y cuando no se les cae la cara de vergüenza ante su electorado, por continuar, no obstante, donde estaban, después de que la estrategia haya quedado bien a la vista de todos y todas las madrileñas (celebraremos, sí, los fastos de la batalla de 1808, pero está claro que en Madrid hemos perdido bastante fuste político a la hora de levantarnos y protestar).

La democracia debe ser demasiado, para quienes se escandalizan porque el respeto a cuestiones tan diversas como puedan ser las del matrimonio homosexual o el laicismo sea defendido en las aulas. Rajoy nos hablaba ayer de civismo y Derechos Humanos, y a mí me dolieron las dos palabras, al constatar, una vez más, la perversa tergiversación que se nos hace de la palabra "democracia".

Y hablando de matrimonio homosexual, volvamos al comienzo. Si algo está caracterizando al Sr. Rajoy en estos meses previos a las elecciones es la apariencia de estar mirando al cielo mientras silva. Estamos aquí abajo, Sr. Rajoy; es aquí, a ras de suelo, donde se juega la política.

No se puede hacer ruido -ruido inútil, eso sí- durante cuatro años, y negar que el matrimonio sea matrimonio, por ejemplo, o que el divorcio pueda -y deba- acelerarse, y después, cuando llega el momento, salirse por la tangente del criterio de oportunidad política. No se puede tirar la piedra y esconder la mano.

Estamos aquí abajo, Sr. Rajoy, esperando a oír sus propuestas concretas. Anímese, como ha hecho con "Educación para la ciudadanía". Díganos si va a imponer un modelo de televisión modus Telemadrid, en el que el mensaje del Ángelus del Papa sea noticia, o si va a materializar sus contrarias opiniones a los matrimonios de gays y lesbianas, y por lo tanto a los principios básicos de ciudadanía democrática.

Prometemos no escandalizarnos. Ya no. Así sabremos a qué atenernos, ¿verdad? Y es que es fundamental, democráticamente hablando, saber a qué atenerse. Si tuviéramos más pedagogía democrática, y más educación en ciudadanía, nos daríamos cuenta de hasta qué punto...

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