jueves, 29 de mayo de 2008

Filósofas feministas

Ayer escuché una conferencia de Amelia Valcárcel en el Instituto Francés. Sus palabras, cargadas de inteligencia, ironía y sentido crítico, siempre me dejan igual de maravillada. Clausuraba unas Jornadas en homenaje a Simone de Beauvoir, probablemente la feminista más importante del siglo XX, de cuyo nacimiento se cumplen en 2008 cien años. Feminista y filósofa, aunque la propia Beauvoir, curiosamente, rechazara lo segundo -que sí le atribuía a Sartre-. Valcárcel reivindicó ayer la consideración de Beauvoir como filósofa, como una de las más grandes filósofas de este último siglo, y que siempre debería figurar entre los principales nombres del mismo. Rara vez nos la encontramos entre ellos.

Simone de Bauvoir, en efecto, fue una filósofa existencialista, que supo aplicar esta filosofía al análisis de la situación de la mujer, en un estudio impresionante y completísimo como fue El segundo sexo. Lo demás ya es historia; son muchas las deudas que tenemos hacia Beauvoir y hacia su análisis feminista. Está bien que se recuerde en voz alta.

Por ejemplo, Beauvoir nos dotó de herramientas semánticas y conceptuales para comprender problemas. Nos dotó de un lenguaje, de una metodología que hasta ese momento no existía. Poder nombrar es algo inmensamente importante, porque gracias a ello las cosas adquieren un nuevo estatus de existencia.

Junto a Valcárcel, contamos con la presencia de Anne Zelensky, la presidenta de la Ligue des Droits des Femmes, que fundó junto a Beauvoir, y que habló de la relación de Beuavoir, en los años 70, con el feminismo radical. Gracias a ello, se habló también de Mayo del 68, y de uno de sus principales legados, el feminista, que alcanzó una impresionante fuerza crítica en aquellos momentos.

La gente sigue resultando sorprendente. Me refiero a algunas de las preguntas que después se hicieron en el debate. Por ejemplo, una participante habló del aborto como opresión de la mujer, y como algo contra-natura -la expresión me hace sonreír; ya va siendo hora de dejar de hablar compulsivamente de naturaleza, ¿no les parece?-; me temo que mi respuesta no habría sido tan comedida como la de Amelia Valcárcel. También, un asistente se manifestó partidario del movimiento feminista, y a continuación interrogó a las ponentes sobre los posicionamientos agresivos del movimiento, y de rechazo de las justificaciones masculinas -no me quedó muy claro a qué justificaciones se refería. Esta última es el tipo de pregunta que sigue acosando al feminismo, y ante la que muchas veces encontramos pocas armas dialécticas y bastante desesperación. Como dijo Valcárcel, pedirle a alguien que lleva siglos machacada que no esté resentida es, desde luego, demasiado pedir.

A propósito de ello, Valcárcel habló de cómo el movimiento del 68, que, en términos de teoría feminista, debemos hacer coincidir con el feminismo radical, inaugura el derecho a la cólera dentro del movimiento. Lo que entonces no se imaginaban es que cuarenta años después tendríamos que seguir justificando esa cólera -la cólera, entre otras miles de cosas-. En fin. La pregunta era habitual; presiento que hasta ahora no hemos tenido mucho éxito a la hora de explicar nuestro enfado, y me pregunto si llegaremos a lograrlo algún día. Me pregunto también si, una vez conseguido eso, el mundo será capaz de ver el resto del bosque con sus propios ojos.

Disfruté con las dos conferencias. Pero siento una afinidad especial hacia los análisis de Amelia Valcárcel. Ella también es filósofa -como Beauvoir (y como yo)-, y alguien que contribuye igualmente a iluminarnos el camino a base de palabras y razonamientos. Debemos sentirnos afortunadas de contar con personas que consigan esto; yo le doy las gracias por todo ello.

lunes, 19 de mayo de 2008

Lenguaje, mundo y feminismo (Una nueva vuelta de tuerca a la polémica sobre Marías y la RAE)

Dada la cadena de acusaciones y explicaciones que un artículo publicado por mí el 28/04/2008 en este blog ha suscitado (http://www.fotolog.com/bacigalupe/34199631), me veo justificada (y casi en la obligación) de volver sobre el tema y aclarar algunos puntos. Y también de responder directamente a otros.

El artículo se titulaba "Primavera ambivalente: Rosa Caramelo y la RAE", y en él, entre otras cosas, yo criticaba abiertamente el nombramiento de Javier Marías como académico de la lengua. Aducía una serie de razones, y asumía ya que mis palabras serían tachadas de políticamente incorrectas. Sin motivo, desde mi punto de vista. Argumentaré por qué.

Creo que toda esta polémica en torno a Marías se compone de dos partes. En primer lugar, la que inició Arturo Pérez Reverte con su artículo "Mujeres como las de antes" (http://www.xlsemanal.com/web/firma.php?id_firma=4370&id_edicion=2247), al que ya aludí, y cuyas afirmaciones salvajemente machistas y violentas, Marías trató de suavizar en otro artículo titulado "Mozas no muy gallardas" (http://www.elpais.com/articulo/paginas/Mozas/gallardas/elpepusoceps/20070930elpepspag).

La verdad es que no esperaba tener que referirme al tema, y mucho menos escribir el link en mi blog. Desde mi punto de vista las afirmaciones de Pérez Reverte constituyen auténticas declaraciones de principios realizadas por alguien misógino y tristemente incapaz de superar los mitos femeninos que debió mamar en su infancia; lo peor es que esa tristeza encuentre sitio en un periódico. Aparte de resultar increíblemente violento hacia todas aquellas mujeres que no encajan en su definición de "señora" (esto es, precisamente, lo que todas las sociedades patriarcales hacen, así que no es que sea muy original, la verdad), hay una actitud dogmática en sus palabras que afecta a hombres y a mujeres por igual: como cuando habla de las reacciones de "cualquier varón normalmente constituido" o de las actitudes "propias de nuestro sexo". Creo que hablar de "normalidad" en materia de identidades de género es algo que a estas alturas está de todo punto fuera de lugar, y que, como tal, debe ser frontalmente rechazado.

Así que creo que se comprenderá perfectamente mi reacción cuando rechazo que en primer lugar se me trate como a una "hembra", que se me critique por no llevar medias con costura o falda de tubo, por no tener cintura de avispa o por sentarme "despatarrada" (me gustaría saber cuál es la razón, anatómica o ideológica, que legitimaría sólo a los hombres a hacerlo). No me erijo, como se me ha acusado, en portavoz de todas las mujeres, pero sí me lo tomo como algo personal, como mujer que soy. Aunque no encaje, obviamente, en el arquetipo de Pérez Reverte. Y, por cierto, no es ningún consuelo oír hablar de "libertad de expresión", como hace Marías, mientras se compara a las mujeres con edificios, aceras u obras públicas (como también hace Marías), o con animales (como hace Pérez Reverte). Las mujeres no somos obras, porque no nos hace nadie; ni tampoco somos públicas, al menos no en el sentido en el que estos artículos parecen atribuirnos.

La segunda parte de la polémica, afortunadamente, no tiene que ver con el artículo de Pérez Reverte, y se refiere en exlusiva a las repetidas afirmaciones de Marías sobre la necesidad del lenguaje no sexista. Bueno, más bien al contrario, en su caso. Desde luego, la opinión de Marías no es única; lo que llama la atención, en primer lugar, es la absoluta falta de respeto y la arrogancia de sus palabras, cuando se refiere a expertas (sin sarcasmos, que es tal y como él emplea el término) como son Rosa Mª Peris y Mercedes Bengoechea. También, la banalización que lleva a cabo de un problema muy serio como es el del machismo presente en el lenguaje, una herramienta de poder absolutamente eficaz, como todos los grandes retóricos y retóricas han sabido. Lenguaje y mundo se codeterminan, y por eso la eliminación del sexismo debe darse en ambos. Naturalmente, eso no significa que yo esté en posesión de la solución definitiva, ni que se trate de una tarea sencilla. Pero eso no quiere decir que no sea necesaria, y desde luego, en absoluto trivial.

La Academia, efectivamente, debe hacerse eco de los usos cotidianos del lenguaje. Pero no es menos cierto que también tiene una función normativa, que debe ser capaz de corregir usos incorrectos. En relación con esto, además, me gustaría hacer notar que las mujeres no somos un colectivo excluido de la Academia; porque no somos un colectivo, sino la mitad de la población española (algo que se nos olvida demasiado a menudo).

Por otro lado, y dado que, al parecer, como feminista una debe justificar continuamente sus objetivos e intenciones, procedo a explicar algunos puntos de mi posicionamiento, sobre todo en relación a la polémica que han suscitado.

Creo que no soy una "feminista exaltada", o que por lo menos consigo ser una "feminista serena" la mayor parte del tiempo (incluso cuando a veces me lo ponen tan difícil). Creo que el feminismo es un movimiento radical, no porque pretenda quemar a los hombres, o aniquilarlos ni nada parecido, sino porque busca un cambio completo de las sociedades en las que vivimos, y para ello se dirige a las raíces culturales y políticas de las mismas. Ni más ni menos.

Como ya he dicho alguna vez, persiste un exasperante desconocimiento acerca de la teoría y la práctica feministas, ante el que vamos a tener que armarnos de paciencia. Debería quedar claro, de una vez por todas, que el feminismo no es una forma de integrismo sexista, equiparable al machismo, tal y como he leído. Es precisamente lo contrario; un movimiento que busca la igualdad entre los géneros. Y que existen muchos feminismos, y no uno sólo, lo que prueba la alta relevancia de la crítica interna al mismo.

Se ha tachado a mi texto de pobreza conceptual, y a mí de "pobre chavala, que bastante tiene con lo suyo". En fin. No me parece que el problema de la desigualdad entre los sexos, presente en nuestra realidad cotidiana, y que refleja y también reproduce, legitima y mantiene el lenguaje, sea un problema inexistente (similar a los molinos de viento de Don Quijote). Nuestra cultura está llena de ejemplos de la presencia de esos estereotipos y creencias que no vamos a dejar de denunciar y combatir; por ejemplo, en las canciones (citarlas, por cierto, no es argumentar en contra de mis textos; en todo caso, sería darles la razón).

Resulta fascinante cómo saltan las alarmas en cuanto tratan de abordarse algunos de los dogmas sexistas de nuestra cultura. Puede que no parezca políticamente correcto, pero no estoy de acuerdo con las opiniones de Javier Marías, y por tanto tampoco con su nombramiento como académico de la RAE. Mis motivos, como he explicado, son políticos, democráticos y feministas. Algo que todavía parece hacer mucho daño...

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