martes, 19 de octubre de 2010

miércoles, 13 de octubre de 2010

Noviembre: Sylvia Plath

Una de mis amigas y compañera de lecturas dice que existe una especie de coincidencia poética que hace que todos los años, en torno al mes de noviembre, Sylvia Plath juegue a pasearse descalza a nuestro alrededor. Porque Sylvia Plath siempre se pasea descalza.

Pensé que era una exageración y, por mi propio bien, decidí que no podía ser así.

Hace unas semanas leí La campana de cristal y me afectó profundamente. La locura siempre me afecta profundamente, especialmente si cronológicamente coincide con esa gran idea que debió de ser la terapia de electroshock. No puedo evitarlo. Plath verbaliza muy bien algunos temores, sospecho, no tan superados como usualmente tendemos a pensar. Durante unos cuantos días se me quitaron las ganas de ver Mad Men y cualquier otra referencia a místicas femeninas.

Ahora creo que ya se me ha pasado. En parte, gracias a la revisión de cuentos que tuve que llevar a cabo la semana pasada (leeremos Pippi Calzaslargas para la próxima sesión del grupo de lectura). En parte, espero, por mí misma. Menos mal. Casi he podido terminar de ver la cuarta temporada de Mad Men (habría sido una pena tener que dejarlo cuando me he vuelto ya devota seguidora de Don Draper y compañía), incluso.

No creo en las maldiciones. Pero el caso es que en los últimos días ha habido un par de detalles que me han dado qué pensar. Primero: hace un par de días, cuando hojeaba el periódico, encontré casualmente un artículo sobre Sylvia Plath y Ted Hughes (la casualidad parece un poco más siniestra si pienso que hace semanas que no leo, realmente, el periódico, que sólo quería consultar la cartelera, y también si recuerdo que el artículo no contenía, verdaderamente, demasiada información ni interés, sino que más bien parecía un mero pretexto para publicar algo relacionado con Plath y que yo tuviera que leerlo). Segundo: ayer pillé casualmente en la tele un capítulo de Las chicas Gilmore (¿cuánto hace que no veía esta serie? ¿dos, tres años?) en el que Rory aparecía leyendo una obra de Plath.

Sólo estamos en octubre. Sigo sin creer en las maldiciones, aunque tengo que reconocer que todo es un poco raro. Sobre todo si tengo en cuenta que hace un año toda una serie de señales superpuestas comenzaron a dibujarme sendas y caminos nuevos, y que mañana tengo mi primera clase de Dramaturgia en la RESAD...

¿Qué pasará en noviembre? Prometo seguir informando.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Canciones infantiles de Manzanitas Verdes

Manzanitas Verdes,
llega un ratoncito,
mira en el armario
buscando quesito.

En aquel armario todo
está muy bueno,
¡hay galletas, queso
y pastel relleno!

Manzanitas Verdes, ¡qué
ojitos más pillos!
Con mucho cuidado,
roba los quesillos.

Llaman a la puerta de
Colita de Algodón.
Tras, tras; tras, tras. ¿Quién
llama al portón?

A nadie se encuentra
cuando abre la puerta,
pero hay un regalo dentro
de una cesta.

¡Otra vez me llaman!
¡Y cuánto me alegro!
Pues es nada menos que el
conejo negro.

El señor Erizo no tiene
almohadillas
en las que prender sus
pinchos y horquillas.
El señor Erizo se
queda sentado,
con zapatos nuevos, muy
acicalado.

¿Conoces a la anciana que
vive en un zapato
con un montón de niños
además de un gato?

¡Creo que el zapato
era de tacón,
pues la anciana era,
seguro, un ratón!

Un hombrecillo con
traje de terciopelo
hace túneles en el suelo.
Hace túneles aquí,
hace túneles allá.
Si sigue y sigue cavando
no sé a dónde llegará.

Patatas con salsa
en una gran fuente,
¡se meten al horno y se
sirven calientes!

Un conejo de Indias
un día
peinaba su pelo con gran
gallardía.

Su hermosa corbata
era azul y plata.

Y tenía los bigotes y los
botones enormes.


(Beatrix Potter, 1917)

viernes, 1 de octubre de 2010

... Flores

¡Y había flores...!

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