miércoles, 25 de junio de 2008

Bellas Durmientes

Bella Durmiente
nº 187
muere apuñalada por
su príncipe azul el
28.04.04
en Málaga

Creo que en las fotografías que he colocado al margen izquierdo del blog no se aprecia muy bien el mensaje escrito. Era difícil captarlo.

Estoy participando en una campaña de homenaje a las 433 mujeres que han sido asesinadas por la llamada violencia de género, entre 2000 y 2007 -parece un eufemismo; en realidad, no han sido asesinadas por la violencia de género (como si esta fuera una persona), sino por sus parejas o ex parejas-. Se han impreso 433 adhesivos, uno correspondiente a cada mujer, y la idea es que aquellas y aquellos que participemos en la campaña decidamos qué acción, homenaje o ceremonia le hacemos al nuestro; después debemos enviar las fotografías de ello a la organización de la campaña, que organizará una exhibición en forma de Centro de Arte Contemporáneo Portátil (CACP), en el contexto del Congreso Mundos de Mujeres 2008 -del que he colgado el cartel, también en el margen derecho-.

Es emocionante. Sé que sólo se trata de un trozo de papel, pero estos días he sentido una gran responsabilidad al tener que decidir qué hacer con él. No soy de las que piensa que deba hacerse de las víctimas mártires, ídolos o trofeos de guerra, desde luego. Pero sí debemos contribuir a que sus nombres, o por lo menos su existencia, no sea olvidada. Porque su muerte no ha sido accidental ni fortuita, sino uno de los actos más crueles y salvajes que en nuestro mundo se cometen contra la humanidad. Así que me siento muy afortunada -en la medida en que puede ser así- de formar parte de este proyecto. Aunque sólo sea colocando el adhesivo en la ventanilla de mi coche durante unos días y sacándole unas cuantas fotos.

De paso aprovecho para animar a todo el mundo a que se pase y participe, de algún modo, en Mundos de Mujeres 2008, en la Universidad Complutense, entre el 3 y el 9 de julio. Es pronto para decirlo, porque faltan exactamente ocho días para que comience, pero promete ser un evento inolvidable, aunque sólo sea por la cantidad de gente, de dentro y de fuera de España, que va a venir a Madrid. Hay previsto programa académico, social y cultural, en distintos sitios de la ciudad. Y me consta, y esto sí lo digo ya, que las organizadoras del mismo han hecho una labor increíble de convocatoria y organización. Creo que merecerá la pena.

No sólo tratará de violencia, claro. Hay previstas más de 2.500 ponencias, sobre muchísimos temas distintos, todos con las mujeres como eje central de reflexión y actuación. El de la violencia, sin embargo, y aunque tristemente, no puede faltar, y por ello celebro la existencia de campañas como la de Bellas Durmientes.

"¡Culpad a las criadas!
¡Esas pícaras mujerzuelas!
¡No preguntéis por qué, y colgadlas!
¡Culpad a las criadas!

¡Culpad a las esclavas!
¡Esos juguetes de truhanes y granujas!
¡Colgadlas! ¡Ahorcadlas!
¡Culpad a las esclavas!

¡Culpad a las fulanas!
¡Esas indecentes zorras,
obscenas y desvergonzadas!
¡Culpad a las fulanas!

(Atwood, M., "Penélope y las doce criadas", Barcelona, Salamandra, 2005, p. 143)

Me he enterado hace unas horas de que le han concedido el Príncipe de Asturias a Margaret Atwood. ¿No es increíble ser visionaria? Juro que ayer no había oído nada de esto cuando escribí mi entrada sobre ella; sólo lo hice porque acababa de terminarme "Penélope y las doce criadas" y estaba maravillada. Pero estoy pensando seriamente en retirarme a una isla y vivir de mis predicciones como oráculo, a partir de ahora.

Me alegro muchísimo de lo del premio; enhorabuena.

martes, 24 de junio de 2008

Sí, lo sé, dos entradas en un mismo día: o me paso o no llego. Así es la vida. No quería dejar pasar la oportunidad de comentar que acabo de terminar de leer "Penélope y las doce criadas", de Margaret Atwood, y de repetir lo mucho que esta autora siempre me impresiona.

En realidad, ya hablé de ella anteriormente; más o menos, al principio de la vida de este blog (por enero, o así, tuvo que ser). Lo hice, sin embargo, de pasada, y sin detenerme demasiado. Entonces estaba leyendo "La maldición de Eva", que eran un conjunto de ensayos sobre teoría de la literatura, básicamente, y claro, sobre todos los inmensos temas a los que la reflexión sobre la literatura siempre abre. No estoy segura de cómo llegó aquel libro a mí, me imagino que por la Librería de Mujeres, pero no recuerdo si lo compré, me lo regalaron o qué. Me encantó. Por eso este año, en la Feria del Libro, decidí comprarme "Penélope y las doce criadas" en cuanto lo vi. Aprovecho para recomendar una visita a la Librería de Mujeres de Madrid, donde es fácil perderse entre la gran cantidad de libros que tienen; sus dueñas y empleadas son encantadoras y te aconsejan -y muy bien, por lo general- sobre todo aquello que quieras comprar -por cierto, yo también estoy de acuerdo en que a Margaret Atwood deberían darle el Novel-.

En "Penélope y las doce criadas" Atwood reconstruye el mito de Penélope, la esposa abnegada de Odiseo, que se dedicó a tejer un sudario mientras su marido estaba en la Guerra de Troya, y a destejerlo por la noche para retrasar el momento de tener que tomar la decisión de casarse con cualquiera de los muchos pretendientes que aspiraban a ello.

Fue una suerte, dicho sea de paso, que el otro libro de Atwood me gustara tanto como para comprarme este a ciegas. Porque si me hubiera leído el resumen del libro, quizás no lo habría hecho. La verdad es que la mitología nunca me ha interesado demasiado; me maravilla la gente que es capaz de recordar los nombres y las historias de los dioses, diosas y héroes griegos/as y romanas/os, pero yo siempre he sido incapaz. Ni siquiera me divierte.

Pues bien, me habría perdido una gran historia. Lo que hace Atwood es eso que la Postmodernidad ha puesto tan de moda, y que es revisar los grandes textos canónicos de nuestra literatura, dotándolos de un nuevo enfoque y por lo tanto de verdades históricamente imprevistas. Lo que hace, en concreto, es darle voz a Penélope.

Así de simple. Es sorprendente lo que, sólo con darle voz a Penélope, se consigue. En realidad, no sólo lo hace con ella, sino con muchos otros personajes: las doce criadas, Helena de Troya... A través de esas voces, aparecen muchísimos discursos más o menos desdibujados. Relatos que mezclan Antigüedad y contemporaneidad, que muestran sus críticas hacia la violencia contra las mujeres, y que, en líneas generales, demuestran cómo la realidad se compone siempre de múltiples voces y puntos de vista, dejándonos en última instancia con la agridulce sensación de una verdad que se nos escurre entre los dedos -porque no es una, ni idéntica a sí misma ni a nada de lo que siempre nos han contado, claro-.

Mientras tanto, se ríe. Atwood se ríe; se ríe Penélope. Ironiza, sin perder la calma. Nos cuestiona a nosotras y a nosotros como lectoras y lectores pasivas/os y acríticas/os. Hace que la novela, o mejor dicho la tragedia -porque en realidad se trata de una tragedia- dialogue consigo misma y se plantee sus mismas condiciones de posibilidad.

Y sale victoriosa de todo ello, en menos de doscientas páginas. "Penélope y las doce criadas" es la representación práctica de las teorías literarias de "La maldición de Eva", y me alegro de haberlo comprobado porque, claro, hablar siempre es muy fácil, pero actuar lo es menos. Y aquí Atwood ha lanzado al mundo personajes como los que pocas veces tenemos -o por lo menos, a mí me cuesta mucho dar con ellos- ocasión de encontrar. Personajes de carne y hueso, que sin embargo están constituidos a base de historias y de mitos, y que por lo tanto son tejido puramente narrativo. Y que encima lo saben. ¿Cómo consigue Penélope mostrarnos su verdad de la historia, sin parecer una víctima sin redención? ¿O las criadas, de igual modo, y además, arrojando sus dudas sobre el personaje de Penélope? ¿Cómo dar con tu propia voz crítica, en medio de todo ello, sin perder la realidad del multiperspectivismo y la multiplicidad en las narraciones de cada personaje?

Para mí es todavía un misterio. Pero cuando leo novelas como esta de Atwood me doy cuenta de que el secreto son los personajes. Saber qué darles, y qué no darles. Dónde ceder, dónde plantarse. En qué momento, posiblemente, debe el personaje separarse del autor o la autora, y adquirir vida propia. Saber dónde se está, quién eres tú y quienes son ellos y ellas.

Le agradezco a Margaret Atwood, como siempre, la claridad al mostrar que es posible.

Me hago guerrillera

Estoy superándome a mí misma: una entrada cada tres semanas. En fin. Estoy demasiado ocupada. Y demasiado cansada. Necesito vacaciones urgentes. Y probablemente me quede sin ellas. En fin. Brindo por los pequeños instantes de descanso, en cualquier caso.

En todo este tiempo, claro, han pasado muchas cosas. Por ejemplo, la semana pasada realicé mi-primera-pequeña-revolución-en-solitario. Hubo Junta de Vecinos/as de mi Comunidad. Yo nunca voy, claro, porque no soy propietaria; pero por lo que me cuentan siempre la cosa no tiene desperdicio. Esta vez se les ocurrió que, como el próximo año tendremos que enfrentarnos a todo tipo de obras y derramas, se saltaban limpiamente el turno de Presidencia, que le correspondía a la vecina del 1º, y hacían ocupar su lugar a un hombre (que no recuerdo exactamente en qué piso vive). No sé si este tipo de golpes de Estado son normales en todas las Comunidades vecinales, pero la verdad es que me fastidió. Y no por la vecina del 1º, en cuestión, que ni siquiera me cae bien -es increíblemente cotilla, y siempre que me la encuentro en el portal me llama "niña"-. Pero hubo quien planteó objeciones, y la posición oficial, explícitamente expresada, fue que, efectivamente, los hombres están capacitados para hacer cosas para las que las mujeres somos inválidas.

Me habría encantado estar presente, aunque quizás, finalmente, mi presión arterial lo habría lamentado. Lo cierto es que al día siguiente escribí una carta en la que manifestaba mi malestar -el malestar, la incomprensión y la repulsa de "una vecina indignada" (como he dicho, no soy propietaria, así que no tengo voto)- por la misoginia de la que la Junta de Vecinas/os hacía gala, y por lo tanto por la falta de democracia en la que nos encontrábamos. Incluso acabé citando a Clara Campoamor (algo directamente revolucionario y temerario en mi barrio), con aquello de que "la libertad se aprende ejerciéndola". Si algo me duele especialmente es ver cómo las propias mujeres internalizamos el discurso de nuestra falta de capacidad y naturalizamos y justificamos, de ese modo, nuestra ausencia de poder.

Uf, incluso tuve que robar un rollo de cinta celo del trabajo (bueno, sólo la tomé prestada), para poder pegar la carta en el portal de casa. Fue muy emocionante, casi como si hubiera llevado un pasamontañas negro en la cabeza (parece propio de otras épocas; lo más alucinante es pensar lo poco que han cambiado las causas).

Resultado: la carta duró veinticuatro horas en el portal. Pero me doy por satisfecha. Para empezar, y contra todo pronóstico, el portero, que hace cosas tan maravillosas como escuchar el "Cara al sol" con la radio del coche a todo volumen, se puso de mi lado (!!). Después, la vecina del 1º también me dio las gracias. Y por último, me regocija pensar en las caras de todos esos/as pequeños/as dictadores y dictadoras cuando leyeran la carta; y fijo que alguna/o tuvo que hacerlo, porque si no no habría acabado en la basura. Sólo ese instante merece la pena.

Así que tengo una propuesta política. En mi barrio necesitamos introducir la perspectiva de género y feminista al precio que sea. Y me consta que no sólo en el mío. Necesitamos un PLAN DE CHOQUE FEMINISTA (Y DEMOCRÁTICO) para los distritos de Moncloa y Chamberí (y para todos los demás también, pero empiezo proponiendo de abajo a arriba). De momento, por lo que me toca, propongo formar una GUERRILLA URBANA FEMINISTA (ya tenemos siglas, y todo: la GUF), que vele por el cumplimiento de las ideas democráticas de justicia, igualdad, etc... (¿obviedades? No lo creo...), y por la concienciación feminista de los vecinos y vecinas que pueblan mis calles; se me ocurren montones de cosas para hacer, como esta de la carta e incluso mejores y más divertidas (besadas, pintadas... estoy pensando en los domingos por la mañana, en esa aparente laxitud de la salida de misa... uf, mentes creativas del mundo, uníos). ¿Alguien se apunta?

martes, 3 de junio de 2008

Deseo

Probablemente ver una película americana (exceptuando alguna pequeña perla) sea el peor motivo entre los posibles para escribir nada que quiera tener un poco de profundidad. Probablemente "Asesinato en 8 mm.", protagonizada por Nicholas Cage, y que pusieron el último domingo en la tele (motivo por el cual me acosté bastante más tarde de lo que habría querido), no lo merezca.

No sé. Puede que mi cabeza sólo necesitara una excusa para dentrarse en los oscuros razonamientos en los que me sumí mientras veía la película, y durante algún tiempo después (también es por eso que dormí muy poco).

Para quien no lo sepa, "Asesinato en 8 mm.", que ni siquiera recuerdo quién dirige, trata sobre un detective privado (Nicholas Cage) que investiga sobre una perturbadora cinta de vídeo que aparece entre las pertenencias de un multimillonario, cuando este muere, y en la que aparece una chica que llevaba años desaparecida. En realidad, el tema es el de las grabaciones de snuff movie, que estuvo bastante de moda hace unos años, cuando Alejandro Amenábar estrenó "Tesis" en nuestro país; sobre todo, porque para mucha gente fue la primera noticia de algo que seguramente parecía inimaginable (yo tenía doce años entonces, y ni siquiera me dejaron ir a ver la película al cine).

No sé si "Asesinato en 8 mm." merece la pena o no. Probablemente sea una película americana más. Pero llevo dos días dándole vueltas al tema de la pornografía, al de los roles femeninos en ella (y no sólo en ella), y a las implicaciones de todo esto. Seguramente esta entrada va a resultar muy confusa; es lo que sucede cuando me pongo a escribir sin tener muy claras las cosas. Pero hoy necesito escribir.

¿Existen formas de deseo no patriarcal? Esa es la pregunta que comenzó a rondarme en torno a la media noche del domingo, y que me planteaba aún ayer por la mañana. Sé que no es muy optimista. Entre las imágenes violentas y muy violentas a las que el cine y la tele nos tiene acostumbradas y acostumbrados, violentas hacia las mujeres, quiero decir, las que tienen que ver con el snuff -digo, tienen que ver, porque sólo se trata de señuelos cinematográficos, nunca he visto (y espero no hacerlo) cintas originales- se llevan la palma. Nos espanta, nos horroriza, nos hace abominar... ¿y nos fascina? Amenábar lo planteaba en su película: ¿hay que darle al público lo que el público quiere? Y, sobre todo, ¿por qué quiere eso el público? ¿Por qué no podemos dejar de mirar la pantalla?

Lo cierto es que el movimiento feminista asistió, en torno a los años 70-80, a un debate en torno a la pornografía que resulta de aplicación en este caso. Sé que no se trata de lo mismo, y que las snuff, afortunadamente, son ilegales, pero de todas formas encuentro parelelismos por el tema del deseo. ¿Qué posición ocupan las mujeres en la pornografía? ¿Somos sujetos, somos objetos? Y, si usualmente nos limitamos a ser objetos, ¿forma ello parte de un juego, es todo un simulacro? ¿Cuál es el precio del simulacro?

Puede que lo que planteo parezca monstruoso, pero sólo trato de asomarme a algunos misterios que no dejan de asaltarme. El papel de la mujer-objeto, del que tanto se ha hablado, tiene resonancias que van más allá del rol de la mujer-florero. Y que tienen que ver con el sexo, y por tanto, con el deseo.

Para quien haya seguido este blog, no será ningún descubrimiento mi más profunda condena hacia cualquier forma de violencia contra la mujer. Quizás por eso me revolvían especialmente las imágenes de la película; me planteo hasta qué punto pueda yo, o podamos todos y todas, en general, ser responsables de tener una concepción del deseo que genera tantos monstruos.

¿Qué hacemos con las prácticas de sadomasoquismo, por ejemplo? Probablemente yo sea ignorante de muchas cosas. Me gustaría que alguien que supiera sobre el tema me hiciera algún comentario. ¿Cómo compatibilizamos la visión de aquello que deseamos -de aquellos y aquellas que deseamos, mejor dicho-, y de la forma en que lo deseamos, con el rechazo de lo que nos repugna?

¿Hasta dónde llegan las redes del patriarcado? Todavía estoy buceando, en busca de formas de relación y de intimidad en las que esas redes puedan ser desafiadas y aniquiladas. No quiero, me niego a renegar del deseo, y al mismo tiempo me inquieta la conciencia de los monstruos que ese deseo pueda generar. Me gustaría ser más optimista, pero la verdad es que hoy me siento exactamente tal y como estas palabras muestran: ahogada e impotente.

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