lunes, 31 de julio de 2017

Con la peque en brazos...



... mañana, País Vasco...

martes, 25 de julio de 2017

Pequeña Enid




... se marcha mañana al norte...


(Daniel Clowes, Ghost World)

jueves, 20 de julio de 2017

La soledad de las piscinas



Contar un viaje: arqueología personal y marina...
Sumergirse y rastrear la memoria.

jueves, 13 de julio de 2017

domingo, 9 de julio de 2017

La playa es fenómeno (Mi Verano 1993 - 2ªParte)



En la playa se pasa muy bien. Hice montones de amigos. Está Blas, y también Fructuoso, y Mamerto, ¡que es un idiota! E Ireneo, y Fabricio y Cosme, y también Yves, que no está de vacaciones porque es del pueblo, y jugamos juntos, nos peleamos, no nos hablamos y es terriblemente estupendo.

"Ve a jugar tranquilamente con tus amiguitos", me dijo papá esta mañana. "Yo voy a descansar y a tomar un baño de sol". Y después empezó a echarse aceite por todas partes y bromeaba diciendo: "¡Ah! ¡Cuando pienso en mis compañeros que se han quedado en la oficina!"

Nosotros empezamos a jugar con el balón de Ireneo.

"Id a jugar más lejos", dijo papá, que había acabado de untarse, y ¡bang!, el balón cayó en la cabeza de papá. La cosa no le gustó a papá. Se enfadó una barbaridad y dio una gran patada al balón, que fue a caer muy lejos, en el agua. Un chat terrible. "¡Ya está bien, no!", dijo papá. Ireneo se marchó corriendo y volvió con su papá. Es terriblemente alto y gordo el padre de Ireneo, y no parecía muy contento.
-¡Es él! -dijo Ireneo, señalando a papá con el dedo.
-¿Ha sido usted -dijo el papá de Ireneo a mi papá- quien ha tirado al agua el balón del crío?
-¡Claro que sí! -contestó mi papá al papá de Ireneo-, pero antes me habían dado en la cabeza con ese balón.
-Los niños vienen a la playa a divertirse -dijo el papá de Ireneo-. Si no le gusta, quédese en su casa. Y, de momento, hay que ir a buscar ese balón.
-No le hagas caso -dijo mamá a papá. Pero papá prefirió hacer caso.
-Bueno, bueno -dijo-, voy a ir a buscar ese condenado balón.
-Sí -dijo el papá de Ireneo-, yo, en su lugar, también iría.

A papá le llevó su tiempo buscar el balón, que el viento había empujado muy lejos. Tenía pinta de cansado, papá, cuando le devolvió el balón a Ireneo, y nos dijo:
-Oíd, niños, quiero descansar tranquilo. De modo que, ¿por qué no jugáis a otra cosa en vez de jugar al balón?
-Bueno, ¿a qué?, por ejemplo. Dígame -preguntó Mamerto. ¡Qué idiota es!
-¡Y yo qué sé! -contestó papá-, haced hoyos, es divertido hacer hoyos en la arena.
Nos pareció que era una idea formidable y cogimos nuestras palas, mientras papá quiso empezar a untarse de nuevo, pero no pudo, porque no quedaba aceite en el frasco. "Voy a comprarlo a la tienda, al final del paseo", dijo papá, y mamá le preguntó por qué no se quedaba quieto un rato.

Empezamos a hacer un hoyo. Un hoyo estupendo, grande y hondo. Cuando papá volvió con su frasco de aceite, lo llamé y le dije:
-¿Has visto nuestro hoyo, papá?
-Es muy bonito, querido -dijo papá.
Y trató de destapar el frasco de aceite con los dientes. Y después vino un señor con una gorra blanca y nos preguntó quién nos había permitido hacer aquel hoyo en la playa. "¡El señor!", dijeron todos mis compañeros, señalando a papá. Yo estaba muy orgulloso, porque creía que el señor de la gorra iba a felicitar a papá. Pero el señor no tenía una pinta muy satisfecha.
-¿Está usted loco, no? ¿Cómo se le ocurre darles a los niños semejantes ideas? -preguntó el señor. Papá, que seguía atareado destapando su nuevo frasco de aceite, dijo: "¿Qué pasa?" Y entonces el señor de la gorra se puso a gritar que era increíble lo inconsciente que resultaba la gente, que uno podía romperse una pierna al caer en el hoyo, y que con la marea alta la gente que no sabía nadar perdería pie y se ahogaría en el hoyo, y que la arena podía hundirse y que uno de nosotros podría quedarse en el hoyo, y que podían pasar montones de cosas horribles en el hoyo y que era absolutamente preciso rellenar el hoyo.
-Bueno -dijo papá-, rellenad el hoyo, niños.
Pero mis compañeros no querían rellenar el hoyo.
-Hacer un hoyo es divertido -dijo Cosme-, pero rellenarlo, menudo fastidio.
-¡Venga, vamos a bañarnos! -dijo Fabricio. Y se marcharon todos corriendo. Yo me quedé porque vi que papá tenía pinta de tener problemas.
-¡Qué niños! ¡Qué niños! -gritó papá, pero el señor de la gorra dijo:
-¡Deje en paz a los niños y rellene usted mismo es hoyo a toda prisa! -y se marchó.
Papá lanzó un gran suspiro y me ayudó a rellenar el hoyo. Como solo teníamos una pala pequeña, nos llevó mucho tiempo y en cuanto acabamos mamá dijo que era hora de volver a comer al hotel, y que había que darse prisa, porque cuando se llega tarde, no le sirven a uno en el hotel. "Recoge tus cosas, tu pala, tu cubo, y vente", me dijo mamá. Yo cogí mis cosas, pero no encontré mi cubo. "No importa, vámonos", dijo papá.

Pero yo me eché a llorar más fuerte. ¡Un cubo fenómeno, amarillo y rojo y que hace unos flanes terribles! "No nos pongamos nerviosos", dijo papá, "¿dónde dejaste ese cubo?" Yo dije que quizá estaba en el fondo del hoyo que acabábamos de rellenar. Papá me miró como si quisiera darme un azote; entonces me puse a llorar más fuerte y papá dijo que bueno, que iba a buscar el cubo, pero que no le diera más la lata. ¡Mi papá es el más amable de todos los papás! Como seguíamos sin tener más que la pala pequeña para los dos, no pude ayudar a papá, y lo miraba trabajar cuando oímos un vozarrón detrás de nosotros: "¿Es que me quieren tomar el pelo?" Papá lanzó un grito, nos volvimos y vimos al señor de la gorra blanca. "Creo recordar que le había prohibido hacer hoyos", dijo el señor. Papá le explicó que buscaba mi cubo. Entonces el señor le dijo que de acuerdo, pero a condición de que después rellenara el agujero. Y se quedó para vigilar a papá.

"Oye", le dijo mamá a papá, "me vuelvo al hotel con Nicolás. Reúnete con nosotros cuando hayas encontrado el cubo". Y nos marchamos. Papá llegó muy tarde al hotel, estaba cansado, no tenía hambre y se fue a acostar. No había encontrado el cubo, pero la cosa no es grave porque me di cuenta de que lo había dejado en mi cuarto. Por la tarde hubo que llamar a un médico a causa de las quemaduras de papá. El médico dijo que papá tenía que quedarse en la cama durante dos días.
-¡A quién se le ocurre exponerse así al sol -dijo el médico-, sin ponerse aceite en el cuerpo!
-¡Ay! -dijo papá-. ¡Cuando pienso en los compañeros que se han quedado en la oficina!
Pero ya no bromeaba en absoluto al decir esto.

sábado, 8 de julio de 2017

viernes, 7 de julio de 2017



... Y mientras se desmonta el pecado o la culpa, aprender el goce de la subversión...


(Marcela Lagarde)

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