miércoles, 31 de enero de 2018

domingo, 28 de enero de 2018

jueves, 25 de enero de 2018

Sauce



El metro de París entiende a las escritoras, y sus deseos de asomarse a las ventanas ajenas...

El espejo




Al otro lado del espejo
y de esta pena,
-amor mío-,
está París.

miércoles, 24 de enero de 2018

Las niñas prodigio



Mi primera y única aparición en pantalla fue en un corto sobre el Holocausto. Hacía de niña judía. Me habían dicho que mi personaje cantaba, pero no el qué.
Al llegar al rodaje, mientras me hacían tirabuzones con unas tenacillas, me enteré de que mi voz no se oiría. Solo tendría que mover la boca.
-Ya en montaje te ponemos la cancioncita.
Eso me dijeron. Me sentí incompetente, poco preparada. Tenía nueve años, pero supe que ya me había quedado atrás. Debería haber tomado lecciones de claqué desde los tres años y clases de alemán desde los dos. Imaginé a una niña alemana, guapa y rubia, la afortunada criatura que cantaría la canción real.
Pasé parte del rodaje sentada en una silla, atenazada por la timidez, queriendo preguntarle a alguien del equipo quién era la niña que me iba a doblar. Cuando llegó mi momento, se me dijo que cantase cualquier cosa. Así calzarían mejor el doblaje sobre los movimientos de mi boca. Era el verano de El venao.
-¿Te sabes El venao?
Asentí con timidez. Quería hacerlo muy bien.

Y que no me digan en la esquina
El venao, el venao
Que eso a mí me mortifica
El venao, el venao

Fuimos al estreno, en una pequeña sala de cine del centro. Mi madre me compró un peto de lino color crudo.
El corto era muy malo. La acción empezaba con una familia judía corriendo por los tejados, huyendo de los soldados nazis. Antenas parabólicas que nadie había acertado a camuflar asomaban por el horizonte. Esa familia que huía era la mía, es decir, la de la niña judía que yo interpretaba. Yo me había perdido y habían decidido escapar sin mí. Todos los actores salían un poco demasiado serios, con el ceño permanentemente fruncido, lo propio de los dramas históricos. 
Y de pronto aparecía yo, con mis tirabuzones brillantes y mi muñeca de trapo, con un vestido raído que en pantalla se veía gris, aunque era azul, sentada en el escalón del portal de una casa vieja. Un soldado se me acercaba y yo suplicaba piedad con la mirada. Entonces abría la boca. Mágicamente, empezó a brotar una canción alemana. Mi madre me dio la mano. En mi absoluta ansia de obediencia y de querer hacer las cosas mejor que bien, había vocalizado tanto que se me leían los labios. Incluso con el doblaje de la canción alemana, se entendía lo que estaba cantando. El público, entre risas, empezó a corear.

El venao, el venao
Que eso a mí me mortifica
El venao, el venao

Se inició un jaleo festivo que contaminó las siguientes escenas. A mi madre le sudaba la mano, pero no se la solté.



Sabina Urraca, Las niñas prodigio (2017)
(Imagen: Nadia Comaneci, Montreal 1976)

lunes, 22 de enero de 2018

Emily



A Bird came down the Walk—
He did not know I saw—
He bit an Angleworm in halves
And ate the fellow, raw,

And then he drank a Dew
From a convenient Grass—
And then hopped sidewise to the Wall
To let a Beetle pass—

He glanced with rapid eyes
That hurried all around—
They looked like frightened Beads, I thought—
He stirred his Velvet Head

Like one in danger, Cautious,
I offered him a Crumb
And he unrolled his feathers
And rowed him softer home—

Than Oars divide the Ocean,
Too silver for a seam—
Or Butterflies, off Banks of Noon
Leap, plashless as they swim.

(Emily Dickinson, Amherst 1830-1886)
Suena esto...

sábado, 20 de enero de 2018

Ellos






En este día de hibernación, el aire pesa.


(Imágenes de la familia González Gomez-Urda)

miércoles, 17 de enero de 2018

Decir: Adiós



Imagen: Wolf Erlbruch, El pato y la muerte (2006)

domingo, 14 de enero de 2018

Cuando íbamos a irnos a Amherst



into the woods,
where nothing's clear
where witches, ghosts
and wolves appear.

into the woods and 
through the fear,
you have to take
the journey.


(Stephen Sondheim.
Imagen de serendipitousromance.tumblr.com)

viernes, 12 de enero de 2018

Viernes que te quiero viernes



Mientras la casa estuvo llena de reglas y horas estrictas para ir a la cama, todas pegadas a la nevera con imanes Bryson Paper Mill, pequeños pinitos con las iniciales B. P. M. estampadas en oro, fuimos básicamente niños sin vigilancia. Encontrábamos maneras de hacer lo que queríamos, aunque siempre le dábamos mucho bombo al momento de la noche en que uno de nuestros padres (nos habían dicho, dábamos por sentado) iba a controlarnos antes de que ellos se acostaran. Nunca llegábamos despiertos a ese momento, pero sabíamos de él, creíamos en él con fervor religioso, y a veces, enviados a dormir demasiado pronto en una noche de verano inundada de grillos, nos preparábamos para él como si fuera el Juicio Final. Lo convertimos en una especie de concurso de escultura corporal y posábamos de manera elaborada sobre nuestras camas: a la pata coja encima del colchón, con la cabeza colgando por un lado, los brazos levantados en el aire y las bocas, dientes y ojos dispuestos en muecas de pasmo. "Vaya sorpresa se va a llevar mamá con esta", decíamos, o "Papá va a flipar", y después intentábamos quedarnos dormidos así. Por la mañana nos despertábamos en posturas convencionales, sin acordarnos nunca de si habíamos vislumbrado a un padre o no, o de cómo al final nos habíamos dormido en aquella posición más normal.


Lorrie Moore, El hospital de ranas (1994)

jueves, 11 de enero de 2018

Let`s the wild rumpus start

Gracias al blog Donde viven los monstruos, que sigo desde hace tiempo, llevo dos sesiones de cortos de animación basados en diferentes álbumes ilustrados que me encantan. 
Algunos son largos, pero no me resisto a compartirlos:



Donde viven los monstruos, de Sendak, un clásico que no necesita presentación;




En la cocina de noche, otra obra maestra también de Sendak; 




Madeline, de Ludwig Bemelmans, un corto de 1952 tan delicioso (o casi) como el cuento;



y El oso, de Raymond Briggs; un descubrimiento de estas noches.


Dibujitos al rescate (cuando más los necesito).

martes, 9 de enero de 2018

Día de escritura: Tentativa de aproximación

Inventario teatral 2017


Las brujas de Salem

El lago de los cisnes

Music on cycles

Secreto de familia

Pinzas

Alicia

Kaput

Las aventuras de Tomasa Sawyer

El viejo y el mar

Mon ami le monstre

Kibubu

El techo de cristal (Anne&Sylvia)

Gretel et Hansel

El sillón

The rest is silencio

Mujer Silencio

Cuidados

Partir. Una cantata para España

Por toda la hermosura

Tempus. La carrera a ningún lugar

Llueven vacas

En la ley

17 maneras simpáticas de acabar con el capitalismo

Partir

La noche del Sr. Smith

Neska eta balea (La niña y la ballena)

Pluja



Lo mejor: Kibubu, Gretel et Hansel, 17 maneras simpáticas... y Neska eta balea.
Lo peor: El viejo y el mar.
La más divertida: Music on cycles.
Seguimos hacia 2018, también teatralmente... 
... y contando minutos para París...

lunes, 8 de enero de 2018

2018, el verdadero comienzo



Suena You Want It Darker, de Leonard Cohen...

viernes, 5 de enero de 2018

Memoria de un 5 de enero





El 5 de enero de 2013 yo pasé la mañana en distintos emplazamientos del barrio de Malasaña, en Madrid; iba a desayunar con alguien que al final se quedó durmiendo, y yo pasé varias horas sentada en diferentes bancos y poyetes, sorbiéndome los mocos y preguntándome por esa asombrosa disponibilidad mía para los plantones.
Después comí con unas amigas, lloré más. Por la noche me reencontré con mi familia en un italiano, me di cuenta de todo lo que había sufrido esas Navidades, y de lo cansada que estaba. Al día siguiente era Reyes.
Han pasado cinco años, y creo que no me habría acordado de esto si no fuera por toda esta relectura del blog de las últimas semanas; y también porque anoche pasé justo por uno de esos bancos en los que estuve aquel día. ¿Habéis tenido alguna vez uno de estos momentos de reencuentro; de ver a la que entonces erais allí sentada y sonreírle con cariño desde la distancia de vuestra yo actual? 

Las imágenes de arriba corresponden al 5 de enero de este año; o sea, a esta mañana, que he pasado horneando el preparado de galletas que me trajo Papá Nöel. Creo que no podría tener mejor modo de ajustar cuentas con aquel 5 de enero tan triste; mira lo cálida que estás ahora, y lo bien que huele en esta cocina...

miércoles, 3 de enero de 2018

Feliz cumpleaños, Blog

Hoy este blog cumple 10 años.
¡10! Llevo un par de semanas releyendo entradas en orden cronológico, desde el 3 de enero de 2008. La vida cambia en diez años. No soy la misma persona, ni tampoco lo es el mundo que habito. Me ha sorprendido sentir más ternura que vergüenza hacia la criatura de 25 años que era cuando comencé a publicar aquí. La enorme cantidad de artículos de temática política (bien incendiarios) de los dos primeros años; mi vida filtrándose en dosis muy pequeñas. El aterrizaje paulatino en la escritura (en la escritura creativa, quiero decir), en el teatro y en todo el mundo de imágenes y símbolos que han ido llenando este espacio. El avance hacia lo autobiográfico. Los escrúpulos a la hora de publicar fotografías personales. El viraje ideológico y sus silencios; cada vez menos explícito todo, más sutil...
En enero de 2008, aunque creía saber muchas cosas, estaba aterrada porque había encontrado mi primer trabajo y no tenía ni idea de cómo gestionar mi paso a eso que llaman edad adulta. Después ha resultado que hacerse adulta pasaba inevitablemente por ser adolescente; cosa que todavía no había hecho y que más o menos conseguí -a trompicones- entre 2011 y 2014.
Hemos atravesado momentos de todo tipo. Un gran viaje (Viaje: Aquello que no era capaz de hacer en 2008) con sus silencios (¿qué pasó en 2015? ¿Otro efecto colateral de la píldora anticonceptiva?), sus picos de dolor (oh, segundo semestre de 2012... También este mes de enero se cumplen cinco años desde que empecé a nadar: no hay mal que por bien no venga), sus bajadas de peso (unos 12 kg...), sus proyectos creativos y descubrimientos en sofás ajenos. Ha habido pérdidas terribles que todavía lamento, pero incluso estas han debido de ejercer algún papel para llegar a donde estamos hoy. Dos tatuajes, uno en el cogote, otro en el antebrazo. Ha habido Gijón, y Catalunya, e Ibiza, Euskadi, Sevilla, Almería, París, Lisboa, Nueva York, Berlín, Buenos Aires...
Ahora vivo en una casa propia (alquilada, claro, y no muy grande, pero propia) desde la que trabajo, y va para cinco años que comparto la vida con mi compañero. Estoy aprendiendo a dibujar con acuarelas, tengo un escáner en la habitación y voy por mi segundo Mac. Escribo y enseño a escribir. Hago una sopa de galets muy decente, un bizcocho de naranja y zanahoria muy rico, y he empezado a amasar mi propia base de pizza. Los libros y la ropa (el espacio que ocupan) siguen siendo un gran problema; que ahora debo enfrentar yo sola. Soy cada vez más golosa y me pierden las luces de colores (la verdad es que soy una esteta). Hace dos meses que mi gata de 17 años nos dejó... Una de mis hermanas vive en Francia, la otra es nómada. A los Reyes les he pedido un espejo grande para el pasillo...
Y a pesar de mi reluctancia, voy a compartir una imagen mía de este último año:




Muchas gracias a quienes me leéis, por estar ahí. Diez años y seguimos...


(La imagen es un regalo precioso de Laura Liz Gil Echenique)

lunes, 1 de enero de 2018

Nils Holgersson



Ha comenzado 2018. Aunque no me gusta demasiado escribir sobre estas cosas, este año tengo (más o menos) dos propósitos:
1- Soltar; no hacer tanto.
2- Vaguear; descansar más sin que esto me genere culpa.

También he decidido continuar con Nils Holgerssons wunderbare Reise, la versión alemana de El maravilloso viaje de Nils Holgersson, de Selma Lagerlöf, un clásico de la literatura infantil sueca que los Reyes me trajeron hace algunos años, cuando yo andaba estudiando alemán (en Suecia se ha utilizado durante décadas para enseñar geografía en las escuelas). No me entero de muchas cosas, pero de niña vi la serie de dibujos completa, y eso ayuda:


Buen viaje...

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