lunes, 31 de agosto de 2009

Medea / Portillo

¿Hay algo mejor que ver a Blanca Portillo batiendo huevos con la fuerza, la rabia y la tristeza de Medea?

Cuando leí la obra de Eurípides, hace unos meses, pasé un tiempo torturándome con la gran pregunta: ¿por qué mata a sus hijos? Me impresionó la oscuridad de la obra y la fuerza de su personaje protagonista.

El sábado por la noche, viendo a Blanca Portillo sobre el escenario, recordé la terrible escena de El Hundimiento (Der Untergang) -terrible, sobre todo, en tanto que real- en la que Magda Goebbels, esposa del ministro de propaganda nazi, asesina a sus seis hijos antes de suicidarse junto a su marido tras la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial.

Creo que se ha escrito mucho sobre Medea. Se la ha considerado un personaje monstruoso, un ejemplo más de la maldad femenina. También un ejemplo de la liberación de la mujer, de las ansias de libertad, de la autonomía afirmada -qué duda cabe- por una vía trágica.

Víctima y asesina; frágil y fuerte. La Medea del último Festival de Teatro de Mérida, que concluyó sus representaciones ayer mismo, dirigida por Tomaz Pandur (con quien definitivamente necesitaba reconciliarme), ha conseguido dibujar con pinceladas contemporáneas una de las grandes tragedias de todos los tiempos. Una Medea sin voz, al principio, que busca desesperadamente encontrarla para poder gritar, bramar su historia, la historia de su traición, de su abandono. Y que la grita; ganando fuerza, libertad, a medida que la obra avanza. Y la pregunta sigue abierta, en el fondo del escenario: ¿por qué matas a tus hijos?

¿Quién, sino Blanca Portillo, podría respondernos a ella sin ampararse en justificaciones? Cuando la obra llega a su final culminante, cuando la tragedia ya está consumada, la Medea víctima seguía pareciéndome más presente que nunca; incluso riéndose de Jasón, cerveza en mano, con esa estética tan decadente de caravana destartalada. Medea víctima, sí, pero nunca inerte. Siempre activa, siempre fuerza.

¿Hay algo mejor que ver a Blanca Portillo batiendo huevos con la fuerza, la rabia y la tristeza de su Medea? Creo que no. El sábado por la noche, en el Teatro Romano de Mérida, descubrí que no.

Gracias.

jueves, 27 de agosto de 2009

Familia(s)

"Ruedo películas desde hace más de 20 años y en ellas una familia siempre es un grupo de personas en cuyo núcleo hay una esencia de la que todos se ocupan".

Encontré esta cita de Pedro Almodóvar, en una entrevista concedida al periódico alemán Die Zeit, hace varias semanas. Ahora que he vuelto a releerla me emociona el acierto de la definición.

No me gusta la palabra "esencia" porque siempre me hace pensar en la inmovilidad o inmutabilidad que tradicionalmente se ha enunciado de cosas que, como la familia, están en permanente movimiento o proceso de transformación. Incluso dentro de una misma familia las cosas, las relaciones y los afectos, rara vez permanecen idénticos a sí mismos. Pero por el contexto en el que discurrían las palabras de Almodóvar creo que entiendo lo que quiere decir; quizás yo no hablaría de esencia, pero sí de estructura, de relaciones, etc.

Lo he vivido. Lo hemos vivido. Si algo tiene el tema de la familia es que, en mayor o menor medida, con el viento de cara o en contra, todas y todos hemos tenido, disfrutado y sufrido con ella. Da igual que esa familia se origine en lazos biológicos o no; hay personas que tienen una asombrosa facilidad para componer familias basadas en otro tipo de conexiones. Redes de apoyo, de afecto. Y también de límites; ¿qué haríamos sin los límites?

La familia es el tema. El tema por excelencia. De donde sales y adonde vuelves. En lo personal, en lo político. Cuando escribes, cuando creas, cuando destruyes. No se trata de acoso o persecución, sino de aquello que no puedes evitar que te constituya, aunque, en ese ejercicio de constitución ya vaya de suyo la necesidad de lucha, de contestación.

Es aquello que amas, aquello contra lo que luchas. Lo que te protege y te cuida, pero también te destruye. Lo que te hace ser -en sentido más o menos tenue-, y contra o frente a lo que eres.

Hemos vertido ríos de tinta sobre ello. "La identidad personal es el logro frágil de criaturas necesitadas y dependientes cuya capacidad para desarrollar una biografía coherente a partir de las voces y perspectivas múltiples, opuestas, y a menudo irreconciliables de la infancia, debe ser cuidada y protegida", escribe Seyla Benhabib. "Familia, os odio", enunció Sartre. "Hay que matar al padre", dijo Freud. Y a la madre.

Estoy tan de acuerdo con Almodóvar. Siempre he entendido que la familia era una especie de red, un complejo con sus indiosincrasias de cuyo sostenimiento todos sus miembros debían ocuparse en la misma medida. Lo que no significa que las relaciones hayan sido siempre simétricas. Cuando alguien deja de ocuparse del sostenimiento, de la redefinición de esas relaciones, es cuando la familia se tambalea. Pero eso nada tiene que ver con quiénes la forman o por qué.

Nadie se libra del juego. Y este juego no es para cobardes. A veces, es casi una cuestión de supervivencia. Se trata de saber quién eres, qué eres, y quiénes son los otros y las otras, quienes te rodean y te influyen, lo quieras o no. De este ejercicio vital de autoconstitución, de búsqueda de la propia identidad, o de las muchas identidades que componen a un ser humano concreto, nadie logra desentenderse. Lo he vivido, lo vivo, cada día. Y es algo bello y algo terrible, al mismo tiempo.

jueves, 6 de agosto de 2009

A las trece rosas

Ayer se conmemoró el 70º aniversario del asesinato de las denominadas trece rosas por parte del régimen franquista. Gracias a un libro y a una película, a estas alturas casi todo el mundo se halla familiarizado con este triste capítulo de nuestra historia.

La madrugada del 5 de agosto de 1939, después de la victoria franquista en la Guerra Civil, el fusilamiento de trece mujeres (varias de ellas menores de 21 años) pertenecientes a Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) y al Partido Comunista de España (PCE), después de ser condenadas a muerte por "adhesión a la rebelión" contra el orden de la nueva España (http://www.elpais.com/articulo/espana/Homenaje/rosas/aniversario/fusilamiento/elpepuesp/20090805elpepunac_6/Tes), ha permanecido como uno de esos ejemplos del salvajismo de nuestra memoria histórica.

No me gusta el fenómeno que hechos como este provocan, consistente en enfocar demasiado la cuestión en nombres y personas muy concretas. No es que este asesinato en concreto sea más terrible que los demás (además de que la denominación de "rosas", creo, puede funcionar como un eufemismo sexista más). Pero es justo que se recuerde, y que los hechos que recordemos tengan nombres y apellidos. No ha pasado tanto tiempo; a día de hoy, las heridas siguen abiertas en el seno de muchas familias. Las víctimas eran seres humanos que tenían nombres y apellidos.

Hoy, que a comienzos de agosto nuestras grandes preocupaciones son las de no pillar atasco en la operación salida, resulta extraño pensar que no hace tanto que ocurrían, aquí mismo (en el madrileño cementerio de La Almudena), cosas como esta.

De modo que quisiera sumar esta breve entrada al conjunto de actos, palabras y recuerdos destinados a no dejar olvidar la memoria de quienes, ayer mismo como quien dice, fueron obligadas a desaparecer.

No es extraño querer olvidar. Lo raro es poder.

lunes, 3 de agosto de 2009

Días extraños

Quiero dedicar las primeras líneas de esta entrada a condenar de manera frontal el atentado del sábado en Tel Aviv, contra homosexuales, lesbianas, bisexuales y transexuales, y en el que perdieron la vida un joven de 26 años y una joven de 16.

Recién llegada de viaje, la semana pasada transcurrió para mí en un semi limbo de felicidad. Por desgracia, en los últimos días la bajada a la realidad no se ha hecho esperar.

En primer lugar, ETA nos ha dado unas jornadas bastante intensas, seguidas de toda la polémica sobre su denominación como "grupo separatista" por parte de la prensa anglosajona. Y lo son; grupo separatista, me refiero. Lo que ocurre es que conozco a muchas personas partidarias del separatismo que no apoyan lo que ha pasado en Mallorca. Bueno, ni eso ni lo de (prácticamente) los últimos 50 años (o por lo menos desde 1975). Así que estoy de acuerdo en que su denominación fundamental es la de "grupo terrorista", porque es eso lo que le distingue de todas aquellas personas (vascas o no) que, aun deseando la independencia de Euskadi, no abogan por formas violentas para lograrlo. Esto último es una debilidad democrática: aunque ahora sea (obviamente) una quimera, estoy convencida de que el fin del terrorismo etarra vendrá de la mano del diálogo y la negociación en días menos extraños que estos.

Para continuar, me entero de lo del atentado en Tel Aviv. Me resulta inconcebible que un individuo se crea en el derecho de encapucharse, coger una pistola e irrumpir en un club LGTB liándose a tiros con el personal. Pero, por lo visto, en Israel hay partidos mayoritarios cuya ideología alimenta esta violencia extrema. En realidad, no sólo en Israel. Las ideologías que invitan al odio, a la intolerancia y a la violencia me parecen execrables allá donde se produzcan, y cuando pasan cosas como esta es fácil que cunda el desánimo. También es posible, y espero que así suceda, que el activismo y la lucha pacífica se afiancen y progresen con más fuerza; deseo que así ocurra, y que las personas LGTB de Israel encuentren el apoyo de toda la comunidad internacional.

Finalmente, y aunque salvando las distancias, acabo de leer que el Tribunal de Justicia de Valencia ha archivado la causa de cohecho contra Francisco Camps. Es que todo son buenas noticias. Me pregunto por qué me tomaría yo tanto trabajo esperando para regalarle una caja de bombones a mi directora de la tesina, después de que pasaran las notas de las actas. Hay quien no se sonroja (pero nada) a la hora de hacer/recibir regalos; no me extraña, con los Tribunales dándote palmaditas en el hombro sería síntoma de estupidez mental (o de honradez...).

En fin. Días extraños estos de comienzos de agosto. Terribles, incluso, en algunos sentidos. Como dice una canción alemana: "Tage wie dieser... kommen nie wieder..."*

Saludos.

* "Días como estos no volverán" (esperemos). Lo canta Juli.

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