miércoles, 23 de junio de 2010

La última zanahoria


Se llama Greta y vive en París desde que se trasladó allí (antes vivía en Oslo, donde nació y creció) por razones sentimentales. Su novio (a quien conoció por internet) la dejó hace una semana para iniciar una vida nómada-mochila al hombro-sin compromisos ni ataduras, y desde entonces ha estado dándose atracones de comida por las noches. Por eso, entre otras cosas, ha decidido que era momento de volver a Oslo. Se marcha al día siguiente y el vacío de las losas de la cocina sólo le sirve esta noche para acentuar la soledad que siente por dentro. Sin comida. Porque ahora que está a punto de marcharse, cuando abre la nevera se da cuenta de que está vacía. Las bebidas y los botes de la puerta sólo están ahí por efecto de su imaginación. En cambio, de la nevera sale una poderosa luz; no una luz normal, como la que emiten todas las neveras del mundo. Esta luz viene de más allá, de un lugar inexplorado y desconocido al fondo de la misma. Cuando se inclina hacia dentro, tratando de indagar en la luz, descubre el único contenido que olvidó tirar a la basura, horas antes, cuando vació todos los estantes. Una zanahoria. No es mucho. En otras ocasiones se habría sentido avergonzada de su propia imagen sobre las losas vacías, mordisqueando una hortaliza tan solitaria como ella. Pero esta noche no; esta noche todo lo relacionado con la soledad tiene sentido. Así que muerde la zanahoria y sólo entonces se da cuenta de que está podrida. La escupe contra el suelo y continua mirándola, desconsolada. La luz sigue brillando, desde el fondo de la nevera, y la deslumbra aún más. Se inclina de nuevo en el interior y descubre un cuchillo. Lo coge. Se sienta otra vez ante la zanahoria. La soledad se convierte en miedo, lentamente; el miedo en ira. La ira en odio. Mira la hortaliza con tanto odio como puede mirarse a una hortaliza; más, incluso. Entonces coge el cuchillo y la trocea sobre las baldosas, con furia. Mira la luz, aún brillante, desde el fondo de la nevera. Cuchillo en mano. La soledad sigue siendo odio. ¿Qué hará ahora? ¿Se marchará a Oslo, se aventurará definitivamente tras la luz brillante, o continuará allí sentada, empuñando el cuchillo con la mano, sobre las baldosas de la cocina?


(Imagen de Leah Johnston, en la web http://www. photographas.com)

sábado, 12 de junio de 2010

M.A.L.A.S

(M.A.L.A.S=movimiento abierto de lectoras apasionadas+momento amarillo de lectoras alocadas+manada agitada de lectoras activas+...)

M.A.L.A.S es el grupo de lectura feminista que hemos creado hace unos meses, unas amigas y yo.

Pensamos que sería una buena idea hacer de la lectura una experiencia colectiva. Y lo ha sido. Desde el mes de noviembre nos reunimos una vez al mes, los domingos por la mañana, y comentamos un texto previamente acordado. Cada día lo coordina una persona, y procuramos que los textos sean variados y respondan a los gustos de todas: ficción, poesía, filosofía...

Ya comenté una vez mi gran descubrimiento del poder de los talleres literarios (al menos, de los feministas). Esto es parecido. Hablamos, comentamos, leemos en voz alta. Intercambiamos. Es mucho más de lo que la mayoría de las actividades del día a día te permiten (por lo menos a mí). Nos hacemos crecer mutuamente (o me hacen crecer a mí; espero estar haciéndolo yo también...).

Disfruto con lo pequeño, desde hace unos meses. Y también con el DIY (do it yourself -'hazlo tú misma'): hasta ahora no me había dado cuenta del poder del significado exacto de esa expresión. Estoy encontrando palabras nuevas, y juego con ellas. O lo intento. E imágenes.

Empezamos con Virginia Woolf, seguimos con Margaret Atwood... Ha habido relato erótico, SCUM... Todo, absolutamente todo hasta este momento me ha aportado algo. Y la mayoría mucho. Queríamos rescatar textos feministas, en su sentido más amplio, o que al menos nos incitaran a alguna reflexión en ese sentido.

El nombre está abierto y los puntos suspensivos continúan. Estamos a la caza del diseño del logo. Y con un universo inmenso de textos e ideas variopintas por delante -la próxima semana comentaremos Vida precaria, de Judith Butler.

M.A.L.A.S acaba de llegar y tiene hambre de palabras, de ideas, de lectoras. Está TODO por hacer. Os dejo con el blog y con la miel en los labios. Si alguien se anima seguro que no lo lamentará...

http://malasglf.blogspot.com

sábado, 5 de junio de 2010

Al final


Mi primera visita a la Feria del Libro de este año se ha saldado con algunas perlitas nuevas. Algunas previstas -esta vez me había hecho una lista de libros deseados- y otras que encontré sobre la marcha.

Una de las primeras ha sido Al final, el cuento ilustrado que Silvia Nanclares y Miguel Brieva acaban de publicar con la editorial Kókinos. Lo leí enseguida y me ha encantado. Creo que se puede recomendar tanto a niñas y niños como a personas de las autodenominadas adultas. La edición es preciosa. Los dibujos, llenos de detalles y referencias, invitan a releer la historia una y otra vez y prometen que siempre será posible extraer cosas nuevas. El texto es empoderamiento en estado puro; un buen chute de fuerza que siempre se agradece tanto -no digamos ya en lo que respecta a la literatura infantil...

Me quedo con el final, que no revelaré, pero sólo por el cual merece la pena hacerse con el libro. El espíritu onírico, que nos recuerda al viaje de Alicia. La protagonista... La verdad es que TODO. Los dibujos crean una mitología completa -y tienen el atrevimiento de mostrar cosas como un elefante muerto en primer plano- y las palabras realmente te hacen volar, flotar a un par de palmos del llamado mundo real.

Y encima me regalaron dos posters preciosos al comprarlo.

Llevo dos días dándole vueltas -desde que lo leí- y ya estoy deseando volver a él. Sería genial que sólo fuera el primero de una larga serie: Silvia, Miguel, por el bien de las generaciones futuras -y también de las viejas y las actuales-, ¿para cuándo el siguiente?

¡Enhorabuena!

Página vista en total