sábado, 31 de diciembre de 2011

jueves, 29 de diciembre de 2011

Something's gonna change my world...


Las listas molan. Los seres humanos parecemos haber elaborado listas desde el comienzo de nuestra existencia y seguimos haciéndolo. Listas de la compra, listas con el equipaje; listas con las 10 mejores canciones, las 10 mejores películas o los 10 mejores polvos.

Por eso. Estas son algunas cosas que he hecho/me han ocurrido esta semana:

- La segunda parte de mi apasionante vida en un sofá ajeno.

- Un pavo de 4kg.

- La escena de la fiesta de pijamas de Grease

- Una victoria en el Tabú y una derrota en el Trivial

- Una acertada defensa del flequillo

- Un maratón de cortos españoles (constatando que en ocasiones el terror español da mucho miedo)

- Un mareo de cuidado leyendo a Michel Vinaver

- Desatascadores de tuberías con forma de folclórica, en un escaparate (es lo más que he visto últimamente)

- Una primera y aterradora experiencia con una sopa macrobiótica japonesa (básicamente, agua marrón con algas flotando) que finalmente no tuve que comerme

- Lecce es una ciudad al sur de Italia

- La primera parte de Dogville (y la promesa de la segunda)

- Carbón de azúcar

- Color grana para mis uñas

- Las galletas de una amiga (sí, las galletas que siempre intenté hacer y nunca me salieron)

- Una revisión de Pleasantville

Todavía no sé si la obsesión por las listas responde a la búsqueda de orden y control o más bien a una lucha contra el olvido. Pero tampoco es que me importe mucho en estos momentos.

Porque pasan cosas todo el tiempo. Y está bien escribirlas. Porque la incertidumbre cuesta. Y el amor. Y la locura. Pero ahí están. Aquí están.

Porque "you can't stop something that's inside you". Y porque me encanta esta película.


It calls me on and on across the universe...

domingo, 25 de diciembre de 2011

El sabor de la sangre cuando brota


Caperucita. Licantropía. Vampirismo. Bosque. Lobos. Sangre. Mmm. Sangre.
Primera incursión en la dramaturgia de Suzanne Lebeau.


Imagen en http://spectable.com

jueves, 22 de diciembre de 2011

Lo último de lo último

El enlace a mi último (no solo mío) reportaje en Pikara. Una indagación sobre las escuelas de escritura con perspectiva feminista. No son muchas. Pero están muy bien.

Recién salido del horno.

Mientras tanto, las Navidades van llegando, el cuaderno rojo vuelve a bullir y yo voy entrando en calor.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Preparando las Navidades

Un sitio que descubrí ayer y que me hizo muy feliz durante un rato: Liberespacio. Hay cuentos, libros, juegos de mesa, muñecas de trapo, libretitas, peonzas con forma de manzana, maletines que se abren y se convierten en tiendas de juguete, cuentos de dónde está Wally, cajitas misteriosas con corazones de goma dentro, calendarios, marcapáginas, marionetas, juegos de magia y cartas para escribir a los Reyes Magos. E incluso más.

También organizan actividades como cuentacuentos, talleres y conciertos.

Puede que fuera la luz, o los colores. Me trasladó a las páginas de otros cuentos, de otras Navidades.*

Por cierto, gracias a este descubrimiento hice otro. Estos días se celebra el XXXV Salón del Libro Infantil y Juvenil, lo que significan un montón de talleres, presentaciones y eventos en torno a la literatura para niñas y niños (bueno, y también para adolescentes). Participan varias editoriales, autoras, autores, asociaciones... En el Centro Cultural Galileo, hasta el próximo 14 de enero. La entrada es libre.

Feliz Navidad...


*Acabo de acordarme. Yo tenía un bastón de plástico, transparente, lleno de agua, estrellitas y purpurina roja y azul; dentro, en algún lugar, nadaba un Wally. A cosas como esta me refería.




(Imagen de http://alt1040.com/)

sábado, 17 de diciembre de 2011

Disidencias

Aunque un poco tarde, cuelgo el enlace al artículo que escribí para Pikara sobre bookcamping y su campaña de financiación:


Y por cierto, hablando de disidencias, ayer leí un bonito artículo sobre los pueblos franceses poblados por ecologistas que están poniendo en marcha cooperativas y dando servicios públicos a las comunidades, proyectos que generan plusvalía social. Al parecer no son unos pocos. El gobierno de Sarkozy, en consecuencia, se está poniendo nervioso y de tanto en tanto manda a la policía a detener y acusar a la gente nada menos que de terrorismo.

Hoy he leído otras cosas. Como por ejemplo las declaraciones de una psicóloga de no sé cuántos años que ha creado una asociación antinovatadas y habla del "desarrollo integral de los jóvenes" y cosas por el estilo.

Esta semana la desobediencia civil parece una necesidad y un orgullo. Pienso en la GUF y me pregunto si no debería hacerme yo también agroterrorista...



(Imagen del blog Barcelona IndyMedia)

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Por qué escribo

Quedaban cuatro minutos de noviembre. Y se me acabaron las palabras.

Ahora que han pasado tantos días, y tantas cosas (como hospitales, y El sur de Silvia Nanclares, y las novatadas, y Cookie, y Los miserables, y...) leo que María Zambrano hablaba de la soledad como motivo para escribir. También de la búsqueda de lo perdurable. Y de la revelación de EL SECRETO en la escritura.

Todo ello me lleva a pensar en mis años de Filosofía (con pocas ganas, la verdad). Y a admitir que es la primera vez que leo unas líneas de María Zambrano. La soledad me parece algo maravilloso, y seguramente necesario, para la escritura. Lo perdurable aparece... y desaparece, creo yo. En cuanto al secreto, o EL SECRETO, no sé si quiero entender a qué se refiere. Me suena a la palabrería metafísica de todos los filósofos y las filósofas del planeta.

Por qué escribo. Yo. A ver. Siempre que pienso en esto lo primero que me viene a la cabeza es la cuestión de la inevitabilidad. Escribo porque no puedo no hacerlo. Más allá de lo tópico que resulte, lo que esto significa es que mi cabeza no puede dejar de generar ficción, de crear personajes, acaben estos físicamente plasmados sobre una hoja de papel o no. No sé si eso tiene algo de positivo o más bien de locura: últimamente tengo la sensación de que junto con los actores y las actrices, quienes escribimos constituimos uno de los sectores de la sociedad con más riesgo de perder la cabeza.

En cualquier caso. Se me ocurre que poner los personajes sobre una hoja de papel, darles credibilidad y en definitiva alguna posibilidad de existir, puede ser una buena vía para evitar la locura. Pero este punto de vista no constituye una posición inocente; al fin y al cabo, no conozco otra forma de vida.

Qué más. También pienso a veces que escribo para dejar de pensar. Los misticismos tienen tendencia a fastidiarme. Así que cada vez creo menos en la llegada de la inspiración como visita del espíritu santo. Y más en las horas de planificar y pensar, y de garabatear en la página en blanco: al final llega. Pero cuando llega, llega; quiero decir que llega y te arrastra y sigue y sube y baja y te empuja y caes y casi sientes dolor pero después subes de nuevo y fluye y bailas sin darte cuenta y sabes que después corregirás pero no importa porque ahora escribes, sabes que tienes que escribir, llenar la página y ya está. Y después grabas, salvas el documento. Y solo entonces te das cuenta de que han pasado casi diez horas, de que estás cansada pero que el vértigo de mirar abajo era pavoroso, sí, pero también maravilloso y emocionante porque esas catorce páginas que acabas de grabar son tuyas. Y notas (insisto) lo cansada que estás, y que son casi las once de la noche y no has cenado. Pero no importa, porque eres muy feliz.

Bien. Es un momento que tiene sus riesgos. La felicidad perdura durante la noche e incluso puede que sea lo primero que sientas al día siguiente, al despertar. Como estar enamorada. El riesgo es que después, como sabes, hay que releer y corregir. El peliagudo fin del romance. Pero aún es por la mañana, remoloneas en la cama con tu texto-amante recién descubierto y sientes (sabes) que es tu momento. Hay que disfrutarlo.

Pues en algún momento, a lo largo de todas esas horas, dejaste de pensar. A eso me refería.

Por esto, entre otras cosas, escribo.


(Imagen de Kike Lafuente)

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