lunes, 14 de enero de 2008

Si yo fuera votante del PP

Si yo fuera votante del PP, sin duda, en estos momentos, me sentiría confusa y preocupada. Preocupada, porque, dos meses antes de las elecciones, la popularidad del líder del partido -léase, Mariano Rajoy- parece perdida en la noche de los tiempos. En efecto, ni la economía, ni la Iglesia católica, ni ETA; esto no hay quien lo levante.

Pero, sobre todo, si fuera votante del PP, me sentiría profundamente confusa.

Los partidos políticos, en su función representativa y mediadora, llevan a cabo una indudable labor de creación de debates. Lanzan -o deben lanzar- continuamente temas y cuestiones a la palestra, con el fin de generar debates sociales y políticos que conduzcan a los cambios deseados. La oposición del Sr. Rajoy, en cambio, se ha limitado a negar cada uno de los proyectos que desde el gobierno se han realizado, lo cual dista mucho de constituir una estrategia positiva o -por huir del lenguaje normativo- meramente propositiva. Nos hemos acostumbrado; es lo que hay (vuelvo a tratar de pensar como votante popular). La crítica sistemática y la negación catastrofista han constituido las principales herramientas políticas de Rajoy -si se pueden denominar políticas.

Quiero decir que, como votante del PP, me habría hecho a la idea. Aunque sólo fuera por una cuestión de supervivencia psíquica. Ni directamente interrogado por sus planes hacia leyes como las del matrimonio homosexual o la de divorcio exprés; hace ya tiempo que deduje que las propuestas del líder popular para las próximas elecciones iban a ser nulas.

Y ayer, de pronto, leo que Mariano Rajoy ha prometido bajar los impuestos a todas las mujeres trabajadoras. Me quedé con la boca abierta. Y de ahí que diga que, como votante del PP, sin duda puedo imaginar que me sentiría confusa, completamente perdida, seguramente al borde del llanto.

Según El País, con esta medida Rajoy se apunta a la política de las (mal llamadas) "discriminaciones positivas", algo que no deja de resultar... ¿curioso? En alguien que votó en contra de la Ley de Igualdad, precisamente -según lo que ellos mismos alegaron- por la injusticia de imponer cuotas de igualdad. Aún no consigo cerrar la boca; aún no he podido pestañear. ¿Qué son las cuotas, Sr. Rajoy?

Si hemos de entender que, dentro de un partido, tienen lugar procesos de formación de opiniones bidireccionales, de arriba a abajo, y de abajo a arriba -y, por qué no, también en horizontal-, como requisito democrático, esto, sin duda, habrá desconcertado a más de uno y a más de una. Si yo fuera votante del PP me dolería inmensamente quedar como una palurda ante todas mis amistades y conocidos; sobre todo porque, después de meses negando con la cabeza, sorpresa, el presidente del partido mira hacia otro lado y asiente. Pero quizás admitir la existencia de tales niveles de democracia interna dentro del Partido Popular sea mucho admitir.

No importa. No soy votante del PP. Por eso niego la afirmación de El País: Rajoy no está abrazando discriminación positiva alguna, sino meramente una medida electoralista (no electoral, desde luego, ni programática), de cara al próximo 9 de marzo. Eso es todo. Como escuché decir a Alicia Miyares el otro día, sin conciencia feminista detrás, ciertas medidas corren el grave riesgo de caer en formas perversas y erroneas de "mujerismo". Permítanme que dude de la conciencia feminista de alguien que lleva negando cerca de cuatro años, con palabras y con hechos, la necesidad de la igualdad entre hombres y mujeres en este país.

Como decía, esto no hay quien lo levante. La mejor muestra, los bandazos inciertos de un líder que sin duda siente demasiado cercana la fecha de las elecciones. Porque están a la vuelta de la esquina. Y llegarán.

Saludos.

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