sábado, 5 de enero de 2008

Saludos de nuevo

Ayer por la noche dediqué un buen rato a la vergonzosa y degradante tarea de ver "Dónde estás corazón". Podría decir que no fue algo voluntario -y sería cierto-, pero va a sonar al típico pretexto de quien intenta no admitir que ha visto un programa del corazón, así que no lo diré.
El caso es que estaban entrevistando a Vicky Martín Berrocal, que hasta hace un tiempo era conocida como "la ex de El Cordobés hijo", y ahora parece haber hecho los suficientes méritos como para que se la empiece a llamar por su nombre; al parecer diseña trajes de flamenco, es contertulia en un magazine vespertino, y sale en alguna serie de televisión. Todo a la vez.
No me cayó mal; era simpática, desenvuelta e incluso graciosa.

Lo lamentable era ver a los periodistas (si es que todos lo eran). Se empeñaron en hacer aparecer a su entrevistada como alguien que, en un momento dado de su vida, decidió liberarse como mujer, se separó de su marido torero y empezó a realizarse por sí misma. Ella, ni confirmaba ni desmentía. Admitía que durante un tiempo lo había dejado todo por amor. Pero proyectaba una imagen de fortaleza y de satisfacción consigo misma que resultaba atractiva. Así que me picó la curiosidad.

Lo había dejado todo por amor. Y aseguraba que, si se daba el caso, volvería a hecerlo. Eso debería haberme puesto en sobreaviso. Porque de repente el andamiaje se resquebrajó y quedó claro que, desde luego, la imagen ejemplar de emancipación femenina que trataban de presentarnos era pura fachada.
"Entender a un hombre... eso sí es difícil", exclamó Martín Berrocal en un momento dado. "A los hombres no hay quien los entienda".
Alguno de los periodistas varones que había allí replicó que a las mujeres tampoco. A lo cual, Vicky Martín Berrocal, con toda resolución, repuso:
"Es que a una mujer no se la entiende; a una mujer se la ama".

Claro. Así de simple. Todos nuestros milenarios problemas y malentendidos vienen de ahí: de tratar de comprender, de aplicar la razón, a unos seres humanos que, como meros conglomerados de sentimientos y emociones, somos intrínsecamente ininteligibles.
Lo más triste: todo el mundo estalló en risas y aplausos. Estupendo.

Tristemente similar a algo que escuché, también ayer, y también en la tele, de boca de Charlton Heston. Se trataba de una película del oeste, y Heston le estaba contando a su esposa un trauma de juventud que le atormentaba (que tampoco viene al caso). Ella le consolaba tiernamente y le aconsejaba. Y él, sorprendido, casi sin dar crédito:
"Oh, Lorna, tú pareces tener un talento especial para comprender".

Me hizo gracia en su momento. Pero creo que las sagaces palabras de Vicky Martín Berrocal -va en serio; sagaces y agudas, aunque su autora seguramente no se dé cuenta de lo bien que ha expresado todo eso que todavía pensamos- le arrojan luz al comentario de Heston.

Yo espero, naturalmente, que se me ame. Pero la verdad es que, en este momento, y a pesar de todo este embrollo que acabo de escribir, prefiero que se me entienda.

Saludos.

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