jueves, 10 de enero de 2008

Ángeles del hogar vs. individuos

"Cuando oigo a los hombres hablar de las mujeres como los ángeles del hogar, siempre me encojo de hombros y al menos mentalmente dudo. No quiero ser el ángel del hogar. Quiero para mí lo mismo que quiero para las demás mujeres: la igualdad absoluta. Y cuando esté asegurada, entonces los hombres y las mujeres podrán ser ángeles por turno".

Las palabras anteriores son una cita de Agnes Macphail, una política canadiense que vivió a caballo entre los siglos XIX y XX, y de la que no había tenido noticias hasta hace muy poco, y gracias a "La maldición de Eva", el maravilloso libro de Margaret Atwood que estoy leyendo.

En cualquier caso, conocida en Europa o no, creo que sus palabras dan en el clavo y son precisas acerca de lo que gran parte del feminismo -por lo menos del feminismo tal y como yo lo entiendo- persigue.

Parece que las cosas, aunque siempre a un ritmo mucho más lento de lo que debería, están cambiando. Sin embargo, la palabra "feminismo" continúa siendo portadora de un estigma social y político más que considerable. Sin razón. Siempre digo que necesitamos pedagogía feminista para que todo el mundo pueda llegar a entender qué es, qué pretende y cómo el movimiento feminista. Cuando Macphail habla de "igualdad absoluta" nos da sin duda una importante clave de por lo que este activismo lleva tres siglos batallando.

Margaret Atwood, por quien desde aquí rompo una lanza como autora recién descubierta, añade un comentario a la cita de Macphail. Lo que dice es que, en ese momento en el que la igualdad se encuentre asentada, las mujeres y los hombres podrán también, por turno, "ser humanos con toda la individualidad y la variedad que el término implica" (Atwood, M., "La maldición de Eva", Barcelona, Lumen 2006, p. 40).

Porque no se trata de que todos y todas lleguemos a ser idénticos, y ni el feminismo más igualitarista pretende eso. Se trata de que las diferencias, indudables, que existen entre los seres humanos no se basen en el sexo, o más bien, en el género. La palabra "individuo" debe -debería, siempre- ser transgenérica y no conocer barreras sexuales.

Por desgracia, me temo, eso es algo que aún va a llevar su tiempo.

Mientras tanto, y precisamente por eso, invito a la lectura de Atwood, valiente, ágil, divertida y comprometida en su escritura.

Nada más. Me pongo a trabajar, que ya es hora.

Saludos.

1 comentario:

anac dijo...

bonita, yo estoy leyendo el mismo libro... qué bien nos va a ir en el grupo de lectura... mua!

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