lunes, 28 de abril de 2008

Primavera ambivalente: Rosa Caramelo y la RAE

Ya es primavera. Ahora empieza a hacer demasiado calor, pero durante algunos días hemos podido disfrutar en Madrid de un tiempo puramente primaveral, al que aquí no debemos estar muy habituados, ya que pasamos con una facilidad pasmosa del calor al frío extremo. Emocionalmente, la primavera siempre me ha trasmitido una sensación ambivalente que no sé muy bien cómo explicar. Por una parte, me produce alegría y excitación; es como si todo rebosara energía alrededor. Por otra, esa energía a veces me parece demasiada e incluso me da un poco de miedo... En fin, que ya sé que no resulto fácilmente inteligible, qué se le va a hacer.

Algo que no me genera sensación de ambivalencia (y hay muy pocas cosas que no lo hagan, la verdad, últimamente) es el nombramiento de Javier Marías como académico de la RAE; me posiciono completamente en contra. No estoy hoy muy sutil, me temo (he pasado demasiadas horas escribiendo este fin de semana, y las palabras me salen toscas y a borbotones...).

Javier Marías. Las mujeres estamos de enhorabuena, sin duda. No lo comenté en este blog, porque pertenece a la etapa pre-blog de mi vida, pero me imagino que no seré la única que recuerda el tropel de artículos de Marías en contra de las "expertas" (como él las llamaba sarcásticamente) del Instituto de la Mujer y sus quejas acerca de la utilización del masculino genérico en el lenguaje. Desde luego, a mí no se me ha olvidado. Como tampoco lo ha hecho aquel maravilloso artículo -"Ya no hay mujeres como las de antes", creo que se llamaba- publicado hace menos de un año, en un suplemento cultural, por Arturo Pérez-Reverte, y cómo, tras todas las críticas vertidas contra él, Marías escribió otro artículo tratando de templar los ánimos y defendiendo, según parece, la actitud despiadadamente machista del primero.

Repito; las mujeres estamos de enhorabuena. Y, teniendo en cuenta cuál es la importancia política del lenguaje en nuestro psiquismo y en el conjunto de nuestras vidas y sociedades, los hombres también. Ya sé, y sabía, que la Real Academia Española es una institución rancia y misógina (quien quiera convencerse de ello puede echarles un vistazo a algunas de las acepciones que los diccionarios más actuales todavía incluyen); pero, teniendo en cuenta el grado de importancia de lo que hablamos, una no pierde nunca la esperanza. Resulta triste y desolador ver cómo un nombramiento como el de Javier Marías perpetúa la creencia de que el papel del lenguaje en la sociedad es poco o nada relevante; ¿de verdad es posible seguir pensando que la única relación entre lenguaje y mundo es la del primero representando al segundo? ¿Por qué darle palmaditas a alguien que ha negado una y otra vez la importancia que tiene la relación que se establece a la inversa; la que va del lenguaje al mundo?

En fin. Puede que me tachen de políticamente incorrecta. Pero no es cierto. El lenguaje es una poderosísima arma de configuración de mentes individuales y colectivas, de sociedades completas; las palabras iluminan el mundo, lo nombran, lo muestran. Por eso es una herramienta política; quienes todavía tienen que luchar para poder hacer uso de la palabra lo saben bien. Esto sí es políticamente correcto.

No puedo por menos que mostrar mi disgusto con todo esto.

Alguien me comentaba hace poco que, en cuestión de igualdad entre hombres y mujeres, se está produciendo últimamente un retroceso. No sé; puede que siempre sea una de cal y otra de arena. Pero la verdad es que me estoy acordando de nuevo de ese cuento que leía cuando era pequeña, "Rosa Caramelo", al que ya aludí anteriormente (y al que prometí volver).

Rosa Caramelo era una pequeña elefantita que vivía en la sabana con toda su manada de elefantes. En el cuento, todas las elefantas eran color rosa (un rosa precioso, por cierto, como mostraban los dibujos, que daban ganas de comerse), llevaban cuellos de encaje rosa, patucos rosas y cintas rosas en el rabo. Vivían todas juntas, en un pequeño corralito -a modo de gineceo, que diría Celia Amorós-, y sólo podían comer anémonas y petunias, que no les gustaban nada pero les permitían seguir teniendo la piel aterciopelada y rosa. Los elefantes, en cambio, eran color gris, no tenían lazos ni nada parecido, y campaban libremente y a sus anchas comiendo lo que les daba la gana. En esas circunstancias, de pronto, nace Rosa Caramelo, que resulta que es color gris. Y que por más que se esfuerza en ser rosa (con los cuellos, y los lazos, y las petunias, y todo el rollo), sigue siendo gris. Hasta que un día, triste y compungida, encuentra un resquicio de valor; abandona sus adornos color de rosa, se sale del corralito-gineceo y comienza a jugar, a comer y a vivir, en definitiva, en la libertad de la sabana, junto con los otros elefantes. Al final del cuento, que voy a destripar, el resto de las elefantas, que al principio la miraban entre atónitas y asustadas, se animan y la siguen en su aventura emancipatoria.

No recuerdo quién lo escribió, pero con toda seguridad fue a principios de la década de los ochenta; hace más de veinte años. ¿Qué es lo que está pasando ahora?

No podemos acobardarnos. Que la RAE tome nota. Necesitamos más "Rosas Caramelo".

1 comentario:

víctor dijo...

Muy bonito el cuento, precioso.
Un par de cosas:
Primero, el cuento es de Adela Turín, editado por Lumen, Bercelona (1976).
EL insituto asuturiano de la mujer ha hecho una edición muy chula con dibujitos y eso.. si quieres una versión en PDF, aquí la tienes:
http://tematico.asturias.es/imujer/upload/documentos/IAM-U_39890.pdf
Segundo, no sé a qué viene el cuento con respecto a lo de Marías... ah! Sí... parece que el cuento dice que hay que tener valor para deshacerse de las ataduras que hacen que veamos como natural lo que en realidad es una construcción, imposición, apariencia.. (curioso lo que se parece esto a una historia de unos muchachos que estaban en una cuevita amordazados y tal...)
Bueno, sigo. EL caso es que no creo que Marías haya dicho nada de lo que dices. ¿Que el lenguaje ha de captar el pensamiento o la realidad? Eso más bien lo dice la rubiales (lo siento, pero es que el nombre se presta a la broma, pero no voy más allá, eh?). Parece que acusa a la RAE de no querer aceptar acepciones porque no reflejan la realidad actual.
Bueno, esto lo digo para mostrar que no es Marías sino la RAE quien dice esto. Pero vayamos un poco más allá.
Resulta que Rubiales dice que no entiende cómo se le llama hispánico si no recoge lo que sucede en España... Vaya. Esta mujer no sabe que "hispánico" no es sinónimo de "español" y que por tanto, incluye a más paises/estados, o como quiera llamárselos.
Bien cierto es, sin embargo, que razón tiene en una cosa: el diccionario no debería tener solo carácter descriptivo, sino normativo.. porque si su uso fuera descriptivo, vaya jaleo con las "h" o las "v/b", por ejemplo.. o con las almóndrigas...
Por todo esto, estoy de acuerdo en que la labor de la RAE es normativizar, y estoy de acuerdo también en que la realidad y el lenguaje se codeterminan, es decir, que no solo la realidad influye en la realidad, sino que el lenguaje influye en las realidades y crea nuevas realidades. Por tanto, si queremos que haya igualdad, deberíamos borrar toda marca sexista o no-igualitarista del lenguaje...
Pero, Lola y señora Rubiales: no todas las palabras que acaban en "o" son masculinas, al igual que no todas las que acaban en "a" son femeninas (persona, víctima, boa, foca, etc, como bien señala Marías en otro artículo en El País). E incluso el absurdo ha llegado a exigir que palabras con terminación en consonante, como "juez" lleven una "a" para marcar el género... cuando el "la" delante ya cumplía esa función...

Dicho todo esto, resumo: me parece estúpida la postura de exigir un lenguaje no sexista apuntando casi a toda palabra del diccionario indiscriminadamente...
Nadie ha negado la capacidad conformadora de realidad que tiene el lenguaje, ni que las definiciones genéricas del lenguaje no hayan de ser racista, sexista, etc etc...
Sin embargo es innegable que algunas palabras tendrán que serlo (porque su uso es precisamente para marcar esa asimetría, desigualdad o injusticia..) y que otras no lo son por acabar en o/a.

Tampoco hay razón para excluir por decreto a las mujeres del acceso a la RAE, pero no es menos cierto que la exclusión de ellas de lugar a un lenguaje que no las represente. Hay muchos colectivos que no acceden a la RAE, y sería muy raro que los mecánicos, campesinos, pascadores, presos, etc etc, afirmasen que el lenguaje no les representa por haberles dejado fuera sistemáticamente de las sillas de la RAE...

Página vista en total