martes, 15 de abril de 2008

Imágenes que valen más que mil palabras

Han pasado trece largos días desde que publiqué la última entrada. Largos, por decir algo. A mí se me han pasado rapidísimo, sin darme cuenta. Es que últimamente no paro. Me han dicho que a mi edad no hay que descansar nunca, sólo cambiar de actividad de vez en cuando. Bueno, puede ser; aunque también conviene tomarse las cosas con calma y, por lo menos tal y como yo lo siento, aprender a hacer malabarismos con el tiempo. En ello estamos.

Mientras tanto, me gustaría comentar, siquiera brevemente, lo mucho que me emocioné este sábado, cuando, desconectada de toda la realidad política y mundana, fuera de Madrid, me enteré, a través de las imágenes mudas de la televisión de un restaurante, de que Carme Chacón había sido nombrada Ministra de Defensa. No sólo porque pienso que se trata de una persona valiosa y plenamente capacitada para el puesto, sino por las implicaciones de todo ello. Los mismos medios de comunicación, que suelen ser bastante torpes al respecto -¡cómo me desesperan algunos artículos publicados en periódicos presuntamente progresistas!-, se hicieron eco enseguida de las resonancias del tema.

Nueve ministras, ocho ministros; sumando a Zapatero, que, como presidente del Gobierno también forma parte del Consejo de Ministros, obtenemos la anunciada paridad política. No sólo eso. También se ha creado -por fin- un Ministerio de Igualdad, tal y como se recomendaba desde la Conferencia de Pekín. Y, repito, por vez primera en España, vamos a tener ministra -en lugar de ministro- de Defensa. Esto es extraordinariamente importante. Carme Chacón no va a ser mMnistra de Educación, de Cultura, o de Asuntos Sociales, no: será Ministra de Defensa. Por si nadie se había dado cuenta, la gestión de la guerra y de la paz, se ha considerado tradicionalmente como un ámbito prioritariamente masculino. Sólo hay que pensar en el número de años que han tenido que pasar para que las mujeres ocupemos un 17% de las plazas existentes en el Ejército. No recuerdo exactamente dónde o a quién se lo leí, pero es cierto que mujeres y hombres se han distinguido habitualmente, en nuestros imaginarios sociales, por las excluyentes capacidades -complementarias, tal vez, y todo lo que se quiera (y seguirá sin valerme)- de, por un lado, traer la vida al mundo, y, por otro, de arriesgar la propia vida por la defensa del país. Naturalmente, esta identificación obvia convenientemente algunos puntos importantes, como el hecho de que las mujeres también arriesgan sus vidas al traer niños/as al mundo, y, también, que -no sé, me da a mí- los hombres suelen tener algo que ver en las estrategias reproductivas de la especie. En cualquier caso, dar y quitar la vida parecen ser las dos capacidades que distinguen -al menos potencialmente- a hombres y a mujeres.

Claro, con semejante panorama es (o era) impensable pensar que una mujer se dedicara a los asuntos de la guerra. Porque ya se sabe, las mujeres estamos hechas de esa pasta especial y misteriosa, suave y aterciopelada, por un lado (me acuerdo ahora de la pobre "Rosa Caramelo", un cuento enormemente inteligente que todavía tengo en casa y del que ya hablaré algún día); por otro, cuando conviene, despiadada y fatal. Irresistible, en cualquier caso. Inconstante, como una veleta ("la donna é móbile", que decía Rigoletto); bella, valiente, sufridora, abnegada, tierna, todo corazón. La simbología de la mujer, de este modo, se configura siempre en torno a esas dos grandes mistificaciones, que son también dos grandes mentiras o tergiversaciones, enormemente fructíferas, por lo demás: la santa y la puta.

En cualquier caso, no voy a entrar ahí ahora. La santa sería la madre, la esposa fiel y amantísima, dulce ángel del hogar. La santa no tiene nada que ver con la política, con la economía o con cualquiera de esos feos y toscos asuntos de los que se encargan los hombres. Mucho menos, con la guerra. Henos aquí, pues.

Si a alguien le parece que exagero o simplifico demasiado, será buena señal. Señal de que vamos por buen camino, después de todo. Aunque yo no dejo de insistir. ¿Nadie se ha dado cuenta de la extraordinaria fuerza simbólica que tiene la imagen que periódicos y televisiones nos han ofrecido entre ayer y hoy: esa que muestra a Carme Chacón, nueva Ministra de Defensa, pasando revista a las tropas y embarazada de siete meses? Si es verdad que vale más una imagen que mil palabras, fotos como esta pueden ser un acicate importantísimo para el feminismo.

Me quedo, desde luego, con la imagen. Estoy cansadísima de leer las tonterías periodísticas que le han escrito al pie y en artículos y reportajes. Tenemos Ministra de Defensa; tenemos Ministerio de Igualdad; y tenemos paridad política. Sigamos luchando por la paridad social.

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