sábado, 31 de julio de 2010

Olas meciendo mi cuerpo

"Jonathan permaneció un poco más en el agua. Se dejó flotar, moviendo suavemente las manos, como si fuesen aletas, y dejando que el mar meciese su cuerpo largo y flaco. (...) Había algo patético en aquella determinación de Burnell de hacer que todos sus actos fuesen una obra perfecta. Uno no podía por menos de sentir que algún día alguien lo descubriría cometiendo un error y entonces el pobre hombre se hundiría. En aquel instante una inmensa ola izó a Jonathan, continuó avanzando, y rompió en la playa con alegre son. ¡Qué belleza! Y ahora venía otra. Así era como había que vivir: despreocupadamente, temerariamente, entregándose del todo. Se puso en pie y empezó a caminar hacia la orilla, hincando los dedos de los pies en la arena firme y sinuosa. Había que tomarse las cosas con tranquilidad, dejarse llevar por la corriente y los meandros de la vida sin oponer resistencia: eso era lo que había que hacer. Aquella tensión constante era perjudicial. ¡Vivir, vivir! Y la mañana perfecta, lozana, hermosa, tostándose al sol, como si se riese de su propia belleza, pareció susurrarle. '¿Y por qué no?'"


(Katherine Mansfield, En la bahía, 1922)
(Imagen:Georgia O'Keeffe, From the lake, 1924)

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