lunes, 11 de enero de 2010

Supremacía masculina

Leo el artículo que publica hoy El País, firmado por Eugenio Suárez y que titula "Emancipación masculina". Leo y suspiro. Suspiro por no hacer nada peor. Claro que eso me pasa por leerlo, porque el título ya me hizo enarcar una ceja y temerme lo peor. Dentro de poco, se lo juro, optaré por dejar de leer El País. Porque después de Javier Marías, después de Enrique Lynch... siempre hay un después.

Lo único que vuelve a consolarme es la fehaciente ignorancia de la sarta de sandeces que individuos como Suárez arrojan sobre la cuestión de la presunta 'emancipación masculina', prueba del más patético recurso a la pataleta.

Me explico. No se puede hablar de emancipación de quienes llevan emancipados -y pienso, emancipados políticamente, por vía de las revoluciones liberales y democráticas- cerca de trescientos años. ¡Trescientos años! Las mujeres, a pesar de las promesas, no consiguieron alcanzar el estatus de ciudadanas en el siglo XVIII. Así que lo del "retoque a la desigualdad" que enarbolan estos varones emancipados -¡y aterrados, pobrecitos!- me hace guiñar los ojos en una sonrisa compasiva de beatífica paciencia. Paciencia, paciencia.

La más elemental justicia no es la de quien, después de matarla a ella, decide quitarse de enmedio. Ese individuo nunca es justo. La justicia no tiene lugar sino cuando ese varón -también emancipado, ahora y siempre- es juzgado y condenado a pudrirse entre rejas durante el mayor número de años posible. Eso, aun contando con que dicha condena no le devolverá la vida a quien tuvo que sufrirle a su lado durante quizás muchos años. Y es que de esto nunca hablan quienes repiten y repiten los datos de las denuncias falsas. La realidad es que existe aproximadamente un porcentaje del 4% de denuncias falsas por violencia de género; exactamente el mismo que en el resto de delitos. Pero de estos últimos no se habla nunca.

Ignorancia y mala uva. El retrato de lo que sucede lo da el propio autor, en sus últimas líneas, cuando se lamenta del intercambio de papeles que tiene lugar actualmente, en el que el paterfamilias es colocado en la cuerda floja a cambio del acceso de las mujeres a los roles y actividades de las que siempre se vieron excluidas. Y añade: esto sólo sería justo si ellas fuesen mejores. Pero es que no lo son.

Y ahí tiene razón. Ellas son iguales. Igual de mediocres, igual de sobresalientes, igual de vagas, igual de trabajadoras. Pero seguramente, en líneas generales, y dadas las dosis de paciencia necesarias para aguantar, mucho más valientes. Porque se han propuesto demostrar, y hacer realidad, que la justicia se basa en la igualdad y no en ningún criterio de excelencia; es que esto último, señores emancipados, no suena muy democrático, ¿verdad? Suena, irremediablemente, a pataleta y puñetazo sobre la mesa de aquéllos que saben que la verdadera emancipación que está en juego -no la suya, de la que nadie duda, a estas alturas- no se saldará sino con la muerte de la supremacía real de quienes siempre la han ostentado. Descansen ellos en paz.

1 comentario:

natalia manzano dijo...

lo de siempre. que tenemos que ser mejores para ser iguales.

a ver... ¿dónde está escrito que una mujer tenga que ser más "virtuosa", más trabajadora, más inteligente, más resistente, más efectiva... para ser igual?

tienen que estar de broma. yo soy como soy y bastante ya cuesta que lo entiendan los que se sorprenden porque pienso o existo o hablo a mi modo. me imagino que todas las demás también habrán

pues en todas las normas no escritas que flotan en el aire y que en realidad nos atenazan a todos. a todos y a todas, no se libra nadie, ni ellos. porque en este sistema estamos todos obligados a ser algo sin que se nos pregunte si queremos serlo.

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