lunes, 26 de octubre de 2009

A propósito de Ágora

Me cuesta mucho ser crítica con la creatividad ajena. Empatizo bien con la sensación de haberte desnudado y con lo duro que puede ser recibir pedradas. No digo que no sea justo; si te desnudas debes asumir las pedradas con entereza -por mucho que duelan-; imagino que es parte de la responsabilidad que conlleva el haberte desnudado. Entiendo eso, pero no puedo dejar de sentir lo terrible que es estar desnuda recibiendo pedradas. Así que, aunque creo que puedo ser bastante rigurosa cuando opino sobre política, sobre religión u otras cosas, me cuesta mucho, muchísimo ser crítica con las muestras de creatividad ajenas.

Así que diré que el sábado fui a ver Ágora, la última película de Alejandro Amenábar. Que siempre espero con ansiedad las nuevas películas de Amenábar (creo que su ópera prima, Tesis, marcó un punto de inflexión en el cine español).

Que me encanta Rachel Weisz, y que a medida que se está haciendo mayor me está gustando todavía más.

Y también diré que en la película hay una escena que me cautivó por encima de otras muchas que yo haya visto en los últimos tiempos. Hipatia es pretendida, casi a lo largo de toda la película, por su alumno Orestes, que aprovecha un espectáculo teatral para ofrecerle una muestra de su música a su amada, en quien él dice haber encontrado el equilibrio, la armonía, la perfección y otras tantas cosas por el estilo que a lo largo de la historia se han dicho sobre las mujeres. Hipatia aguanta el tipo mientras él toca, delante de todo el mundo. Al día siguiente, cuando están en clase, ella dice que, como devolución del obsequio, tiene algo para Orestes: y le da a éste un pañuelo blanco. Cuando Orestes coge el pañuelo se da cuenta de que está manchado de sangre. Y entonces oímos la explicación de Hipatia: es la sangre de su período. Hipatia reta a Orestes a seguir manteniendo su teoría sobre la armonía y la perfección femeninas. Le reta, y al tiempo que lo hace, le lanza, creo yo, un órdago a la historia; a los largos siglos de historia misógina, y de poesía misógina, y de enamorados misóginos que suben a sus amadas a pedestales alegóricos y misóginos donde las mujeres no tienen regla, ni cometen errores ni son siquiera humanas. Ese recordatorio de Hipatia, esa advertencia, me pareció de lo más potente, inteligente y sagaz que he visto en cine.

Y no diré más. Porque, como digo, me cuesta demasiado decir más. Me quedo con esa escena que, no crean, me parece mucho; más, cuanto más pienso en ella.

Saludos.

10 comentarios:

natalia manzano dijo...

Amenábar no desconoce a las mujeres ni desconoce al hombre. Es lo que pienso.

(habría que ver cómo llevaba Orestes los bajos también).

L. dijo...

Ja, ja, ja!
¿Has visto la peli?

machismo postmoderno dijo...

http://blogs.publico.es/mauroentrialgo/1476/sabado-101/

Anónimo dijo...

Pues esa escena que comentas es la única en la que Amenábar ha respetado a los autores griegos que relatan la verdadera historia de Hipatia.
Demasiado original y potente para haber salido del supuesto talento de un mantenido del Poder como es Amenábar: la escena está en todas las fuentes.
Qué impresionantes... eran los antiguos. Por eso seguramente los muchos ministros que fueron a ver y a arropar a Amenábar en la "premiere" de "Ágora", son todos partidarios acérrimos de 'su' LOGSE que ha expulsado a latigazos al latín y al griego clásicos de la enseñanza.

nessa dijo...

jajaja no he visto la peli, y la verdad tampoco me llama mucho, pero al leer tu comentario me he acordado de un ex mio que supongo que a mi me tenia tambien en un pedestal... jajaja lo que me rei cuando me conto que pensaba que las tias no "podiamos" echarnos pedos, ni eruptos,... ni nada de esas cosas.
parece mentira a estas alturas de la historia!!

Anónimo dijo...

A mí me encantó la película. La escena que señalas me pareció sublime, y si encima no es ficción pues es el acabóse, una luz al principio del túnel que recogemos nosotras ahora.

Me reconocí mucho en Hipatia, en su forma de ser incomprendida por pagana, y me enganchó la puesta en escena (creo que Amenábar quería hacernos observar más que participar.)

Un saludo de una que pasaba por aquí

Anónimo dijo...

Yo creo que exageráis la escena un poco, y metiendo el rollete feminista, pues mucho más. Según las fuentes, lo que Hipatia dio a entender al alumno que le manifestó su amor (que no era el prefecto Orestes, por favor, qué friki el Amenábar...), era que tenía idealizado el amor y que también la idealizaba estúpidamente a ella. Pero incluye lleva un mensaje que no os guste mucho: que la única actividad digna del ser humano es la intelectual, llegando así a despreciar de manera total todo lo que procede de los sentidos y del cuerpo corrupto, todo lo que es materia. ¿Os gusta el mensaje? Yo no sabría qué decir, pero es idealismo platónico puro (Hipatia era neoplatónica): lo único real son las Ideas, lo demás es fantasmagoría, espejismo y prisión del alma. Una radicalidad maniquea de la que nos sacó Aristóteles con su mirada realista, gracias a Dios...

Anónimo dijo...

"Pero incluye lleva un mensaje que no os guste mucho:"


Glub, quise decir: "Pero incluye un mensaje que no creo que os guste mucho:"
:-)

Anónimo dijo...

No soy platónica como Hipatia y, por tanto, no me gusta el mensaje, pero aún así creo que su actividad puede considerarse un estandarte femenino sin renunciar a que, por supuesto, era una mujer de su tiempo y educada en una sociedad pagana acosada por distintas religiones.

Menos mal, como dices, que salimos de esa dualidad, pero no por ello dejo de admirar el trabajo de Amenábar y la figura de Hipatia :)

L. dijo...

Neoplatónica o no, eso es algo que Amenábar no nos muestra en la película. Me habría gustado, sí, que ofreciera más detalles del personaje de Hipatia (muchos más), pero por eso juzgo esa escena en el contexto de la revisión de historia que se lleva a cabo en la película. Y ahí le encuentro ese significado; justamente una crítica a la idealización del amor.

Sobre platonismo y aristotelismo, no sé yo qué te diga, si pensamos en las mujeres no sé qué fue peor; desde luego Aristóteles no les favoreció mucho que digamos.

Saludos a todas y a todos!

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