miércoles, 11 de abril de 2012

Semana santa


Si este país no fuera tan asquerosamente clerical yo no tendría tantos problemas para disfrutar escénicamente de esa curiosa y sobrecogedora muestra de excentricidad cultural que son las procesiones.

viernes, 6 de abril de 2012

El jardín de las flores vivas


"Alicia emprendió de nuevo la marcha y, en esta ocasión, llegó junto a un gran macizo de flores, bordeado de margaritas, en cuyo centro se alzaba un sauce llorón.
-¡Ay, azucena atigrada! -suspiró Alicia, dirigiéndose a una flor de esa especie que se mecía dulcemente con la brisa-. ¡Ojalá que las flores pudierais hablar!
-¡Pues claro que podemos! -le contestó la Azucena; y añadió-: Siempre que haya alguien que valga la pena...
Alicia se quedó tan atónita que, durante un buen rato, no consiguió articular palabra: el asombro la había dejado sin habla. Por fin, viendo que la Azucena seguía columpiándose en la brisa, se decidió a preguntarle de nuevo, con una voz muy tímida, casi con un susurro:
-¿Y todas las flores podéis hablar?
-Tan bien como -repuso la Azucena-, y desde luego ¡bastante más alto!
-Por cortesía, no nos corresponde a nosotras hablar primero, ¿sabes? -le dijo la Rosa-. Me estaba preguntando cuándo te decidirías de una vez... "No tiene cara de tonta, no, me decía para mis adentros, pero tampoco es que sea muy inteligente". Además, ¡hay que reconocer que el color también te ayuda mucho!
-A mí el color me trae sin cuidado -dijo la Azucena-. Lo que me preocupa son sus pétalos... ¡Estarían mejor más ondulados!
A Alicia no le gustaba que se metieran con ella, así es que decidió cambiar de tema:
-¿No tenéis miedo de estar plantadas aquí solas, sin nadie que os cuide?
-Para eso está ahí ese árbol -le dijo la Rosa-. ¿De qué serviría si no?
-¿Y de qué os va a servir, en caso de peligro? -insistió Alicia.
-Nos cuida con tanto mimo, que hasta llora por nosotras -le dijo la Rosa.
-¡Pero si por eso se llama sauce "llorón"! -apostilló una Margarita.
-¿Es posible que no supieras eso? -exclamó otra Margarita.
Y comenzaron a vociferar todas a la vez, de manera que se armó un guirigay de voces que parecían llenar el aire con sus gritos ensordecedores.
-¡A callar todas! -les ordenó la Azucena atigrada, mientras cimbreaba su cuerpo violentamente-. Se aprovechan de que no puedo alcanzarlas- jadeaba muy excitada, inclinando su cabeza hacia Alicia- porque si no... ¡verían lo que es bueno!
-No te preocupes -le dijo Alicia para tranquilizarla; e inclinándose sobre las margaritas, que de nuevo comenzaban a alzar la voz, les susurró-: ¡Si no cerráis el pico, os arranco una a una!
Al momento se hizo el silencio y algunas margaritas rosadas palidecieron.
-¡Muy bien hecho! -le dijo la Azucena atigrada-. A ver si así escarmientan... Desde luego, las margaritas son las peores... Habla una y ya están todas hablando a la vez... ¡La ponen a una al borde del marchito!
-¿Dónde aprendisteis a hablar tan bien? -le dijo Alicia a la Azucena atigrada, tratando de quitar hierro al asunto con el halago-. He paseado por muchos jardines y puedo aseguraros que en ninguno he visto flores que hablaran.
-Es muy sencillo -le dijo la Azucena atigrada-. No tienes más que apoyar la mano en el suelo y sabrás el porqué.
Así lo hizo la niña.
-Desde luego, el suelo está muy duro -dijo Alicia-, pero no veo qué tiene eso que ver.
-En la mayoría de los jardines -le explicó la Azucena-, las flores están en unos lechos tan blandos, tan blandos..., ¡que están siempre dormidas!
Alicia se quedó maravillada de la coherencia de aquel razonamiento.
-¡Cómo no se me habrá ocurrido a mí antes! -comentó, admirada.
-¡Me parece a que a ti se te ocurren muy poquitas cosas! -comentó la Rosa en un tono algo sarcástico.
-Nunca había visto a nadie con más cara de boba -dijo una Violeta, que no había intervenido aún en la conversación; y lo hizo de una forma tan brusca que Alicia dio un salto al oír su voz.
calla la boca! -le ordenó la Azucena atigrada-. ¡Como si en tu vida hubieras visto a tanta gente! ¡te pasas el día roncando con la cabeza escondida entre las hojas! ¡Qué sabrás tú de lo que pasa en el mundo, capullo, que sabes menos que un capullo!"


(Carroll, L., A través del espejo y lo que Alicia encontró allí.
Imagen de John Tenniel para la edición original de Alicia)

viernes, 30 de marzo de 2012

Tinkerbell


Algunas veces. Otra vez.

lunes, 19 de marzo de 2012

Alicia&Antoine


"Alicia empezaba a cansarse de estar allí sentada con su hermana a orillas del río sin tener nada que hacer. De vez en cuando se asomaba al libro que estaba leyendo su hermana, pero era un libro sin ilustraciones ni diálogos, "y ¿de qué sirve un libro -se preguntaba Alicia- que no tiene diálogos ni dibujos?".

Estaba la niña dándole vueltas en la cabeza (y eran unas vueltas muy lentas porque el calor de aquel día de verano le producía una extraña somnolencia) a la idea de ir a por margaritas para tejer con ellas una guirnalda de flores, sopesando el esfuerzo que le costaría cogerlas, cuando de pronto un conejo blanco con grandes ojos rosados se cruzó ante ella.

En realidad no había nada de extraño en ello y Alicia no se sorprendió ni siquiera cuando le oyó decir:

-¡Ay, Dios mío, qué tarde se me está haciendo!

Y aunque más tarde, al recordarlo, le chocó que no le hubiera sorprendido, lo cierto es que en aquel momento le pareció de lo más natural. Y fue entonces cuando el conejo sacó un reloj de bolsillo de su chaleco para consultar la hora, antes de echar a correr de nuevo, y solo entonces se dio cuenta la niña de que nunca en su vida había visto un conejo con chaleco ni, mucho menos, con reloj de bolsillo. Alicia se levantó de un brinco y, muerta de curiosidad, corrió por la pradera hacia el lugar donde se encontraba el conejo, y llegó justo a tiempo de verle desaparecer por una gran madriguera que se abría al pie de un seto.

Y no tardó Alicia en seguirle, sin pararse a pensar cómo se las arreglaría para salir de allí."


Esta es la primera página de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll. Ese suceso extraño que me ha ocurrido este fin de semana.

Sí. Se puede reescribir una historia sin haberla leído antes. Sí. Es otra de esas cosas raras que suceden al escribir. Quizá es cuestión de arquetipos. Quizá no.

Se puede sentir que un millón de Alicias pueblan las historias, de antes y de después. Las propias y las ajenas. Que siempre han estado ahí. Que son la causa, la razón.

A...l...i...c...i...a...


(Imagen de la portada de la edición de Nordika)

domingo, 18 de marzo de 2012

De comida y basura

Solo en Estados Unidos se tira aproximadamente el 30% de lo que se produce. Comemos mucho, muchísimo. Y también tiramos demasiado. Nos asusta ver las neveras medio vacías, así que producimos y producimos, incluso más de lo mucho (mucho: es por eso que estamos tan gordos/as) que somos capaces de llegar a comer.

El Ranchito es un proyecto de investigación y búsqueda en diversos proyectos artísticos que me encontré en Matadero la última vez que anduve por allí. Editan una revista donde cuentan lo que hacen. Se ubican en una nave enorme y exponen sus procesos de trabajo. Por lo que he visto además, hay un programa de residencias para artistas de fuera de Madrid.

Y Excedentes/Excess es una iniciativa que viene de Nueva York (creo) y que pretende visibilizar y dignificar el acto de recoger alimentos de la basura. ¿Cómo? Evidenciándolo como una necesidad. Colocan un carrito de Mermas en el exterior de diversas superficies comerciales y en él ponen todos los alimentos sobrantes del día.

Como diría Agnès Varda, no deberíamos avergonzarnos de reconocernos como espigadoras y espigadores.



(Imagen de Excedentes/Excess)

sábado, 10 de marzo de 2012

La importancia de la canela



(Imagen de colmado.com.do)

domingo, 4 de marzo de 2012

Un muerto: 2/03/2012


"Primera mujer
Mire mire
venga mire
ahí hay algo
un muerto
Mire
una persona
vea ahí hay una persona
ahí mire
ahí
entre los dos árboles
mire
vea
Debe de haber sucedido ahora
y no hay tráfico
Qué cosa
Cuando pasamos por aquí
no había nada
absolutamente nada
absolutamente ningún tráfico

Segunda mujer
Pero está tapado"


Gracias, Laurita, Haizea y Sergio, muchas muchas gracias...


(Texto de Un muerto, de Thomas Bernhard.
Imagen de nies.ch)

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