lunes, 19 de marzo de 2012

Alicia&Antoine


"Alicia empezaba a cansarse de estar allí sentada con su hermana a orillas del río sin tener nada que hacer. De vez en cuando se asomaba al libro que estaba leyendo su hermana, pero era un libro sin ilustraciones ni diálogos, "y ¿de qué sirve un libro -se preguntaba Alicia- que no tiene diálogos ni dibujos?".

Estaba la niña dándole vueltas en la cabeza (y eran unas vueltas muy lentas porque el calor de aquel día de verano le producía una extraña somnolencia) a la idea de ir a por margaritas para tejer con ellas una guirnalda de flores, sopesando el esfuerzo que le costaría cogerlas, cuando de pronto un conejo blanco con grandes ojos rosados se cruzó ante ella.

En realidad no había nada de extraño en ello y Alicia no se sorprendió ni siquiera cuando le oyó decir:

-¡Ay, Dios mío, qué tarde se me está haciendo!

Y aunque más tarde, al recordarlo, le chocó que no le hubiera sorprendido, lo cierto es que en aquel momento le pareció de lo más natural. Y fue entonces cuando el conejo sacó un reloj de bolsillo de su chaleco para consultar la hora, antes de echar a correr de nuevo, y solo entonces se dio cuenta la niña de que nunca en su vida había visto un conejo con chaleco ni, mucho menos, con reloj de bolsillo. Alicia se levantó de un brinco y, muerta de curiosidad, corrió por la pradera hacia el lugar donde se encontraba el conejo, y llegó justo a tiempo de verle desaparecer por una gran madriguera que se abría al pie de un seto.

Y no tardó Alicia en seguirle, sin pararse a pensar cómo se las arreglaría para salir de allí."


Esta es la primera página de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll. Ese suceso extraño que me ha ocurrido este fin de semana.

Sí. Se puede reescribir una historia sin haberla leído antes. Sí. Es otra de esas cosas raras que suceden al escribir. Quizá es cuestión de arquetipos. Quizá no.

Se puede sentir que un millón de Alicias pueblan las historias, de antes y de después. Las propias y las ajenas. Que siempre han estado ahí. Que son la causa, la razón.

A...l...i...c...i...a...


(Imagen de la portada de la edición de Nordika)

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