lunes, 23 de enero de 2023

la belleza al gener



Hoy hace 10 años que viajé a París por primera vez. Yo tenía mal de amores y le pedí a mi padre billetes de avión como regalo de Reyes, para ir a conocerlo con mi hermana.
Cuando llegó el momento, tenía un mal de amores aún peor que cuando compré los billetes; entonces simplemente estaba agotada pero aún no me había apartado, no me había separado ni puesto tierra de por medio, que es lo que pasó en enero.
El viaje a París lo cambió todo.
Empecé a pensar que, pese al dolor increíble de ese sentimiento de fatalidad –la fuerza descomunal que parecía arrastrarme del estómago hacia abajo, hacia los confines de la tierra–, a lo mejor NADA importaba, en realidad, tanto como yo pensaba.
Mi hermana jugó su parte.
Decir NO, ponerme a salvo, jugó su parte.
Y unas semanas después de volver, me permití a mí misma, por fin, enfadarme: la ira, después de la pena.
Nada de eso, en realidad, importa ya demasiado. Aunque un duelo es un aprendizaje, y eso dura para siempre.
Porque en medio, en París, se me instaló algo, una especie de actualización que lo modificó todo. Podríamos llamarlo la belleza, aunque se me antoja simplista. Se componía de muchas cosas como la sopa de cebolla, y el vino, y la nieve, y el frío, y las historias adivinadas a través de las ventanas ajenas... Vale, la belleza. Pero que a nadie le suene cursi, ni tópico, ni frívolo. Esa belleza se me coló dentro, me transformó, a mí y a mi mundo, de forma profunda y radical, sin vuelta atrás, hasta ahora mismo.


Imagen del calendario de 2023 de @mugrons_art

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