Esta foto tan fea muestra lo que ocurría mientras yo leía Maternidad, de Sheila Heti, y tomaba el aperitivo en una terraza en Madrid próxima al Mercado de Motores; una terraza perteneciente a un bar llamado La cucaña.
A mis espaldas, un nuevo partido de extrema derecha ocupaba su tenderete ante la puerta de una iglesia.
Las familias ocupaban todas las mesas, y conseguí que el camarero me dejase sentarme en la esquina de la que él y su compañera utilizaban para dejar los trapos y la bandeja: he notado la mirada molesta, despectiva, de ella, cada vez que arrojaba la bayeta azul junto a mí.
Detrás, los niños ocupaban la calle con sus gritos.
Todo el mundo en su espacio; yo, en mi esquina subarrendada, de segunda, sin derecho a.
El sol achicharraba y he tenido que luchar lo mío para no quemarme.
El vermut, riquísimo, solo 2,50.
Este es, por cierto, el enlace a un artículo que escribí hace unos seis años, acerca de El ogrito, una obra de teatro maravillosa de Suzanne Lebeau; me ha hecho ilusión encontrarlo, en la red, esta tarde.
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