jueves, 8 de junio de 2017



La mañana en que cumpliste setenta y nueve años y yo tenía ochenta y dos, te presentaste con la última de tus ocurrencias. Yo estaba leyendo el periódico en el sillón amarillo, y tú apareciste en la habitación, te dirigiste a mí, y una vez sentada en mis rodillas te inclinaste hacia mi oído para susurrarme: "Los viejos tenemos más miedo a la muerte porque ya hemos empezado a sentir el olvido". Te apreté contra mi pecho, como hacía siempre cuando te me sentabas encima, para confortarte en alguno de tus miedos, pero esta vez también yo me sentí inquieto. Hablar de la muerte era un lujo que no me quería permitir a una edad tan avanzada, y me estremecí aún más cuando entre mis brazos comprobé que tu cuerpo, mi querida Dolores, cabía en la mitad del espacio que antes solía ocupar...

(Bodas de oro, Marina PerezaguaCriaturas abisales, 2011)

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