sábado, 7 de julio de 2012

Beach/Bitch Day




(Acabo de ver Reservoir Dogs por primera vez en mi vida.
Sangre ad nauseam.
Guión jodidamente (me da igual que suene traducido) perfecto. Jodidamente perfecto)

viernes, 6 de julio de 2012

El lado bonito (de la vida)

Te diré que el secreto de las amapolas reside en: sus tallos tan largos y poco rígidos; su facilidad para doblarse, hasta el suelo, en un demi plié profundo y sentido; y finalmente su humildad, su pobreza, su honestidad física y mental.




Si no te mueves estás muerta. Si no te mueves estás muerta. Nunca nos lo enseñan así. Pero así es. Y la ciudad-secarral apesta. Los carteles de los conciertos de verano desconchándose sobre la pared de Atocha. Las porciones de pizza fría y blanca tras el cristal. Las madres que ocupan medio autobús con sus gritos. Y no hay espacio: sabes que no hay espacio para ti. Para ti, para las que son como tú, no hay espacio ni tiempo. Sobras. MERMA de este siglo. Sobras.

Bajé del autobús y recorrí los pocos metros de asfalto hasta la entrada al museo. Hasta la librería del museo. Mientras esperaba estuve contemplando los libros y cuentos para niños. Y se hizo claro. Que si tienes miedo no te mueves que si no te mueves estás muerta que si estás muerta... Se hizo claro: EL LADO BONITO (DE LA VIDA) / THE BEAUTIFUL SIDE (OF LIFE)*. En forma, esta vez, de libro de muñecas recortables, de esas que hacían mis delicias hace ya bastantes años (tengo una carpeta aún llena que desenterraré/fotografiaré/colgaré algún día). Autora: Emily Winfield Martin. Ilustradora, escritora, retrogirl.

Alterego. Aquí su web personal, su blog artístico y su blog vintage.


Ay, dios. Sí. Otra amapola. In the beautiful side of life. Obviously.

Mañana me voy al norte. Y ahora voy a ver otro capítulo de Girls (más alteregos, sí: los necesito).






* El lado bonito de la vida nació como reacción intuitiva y violenta ante ese otro mundo, ese otro mundo del que no formo ni quiero formar parte ("Si quieres dedicarte a las ventas, dedícate a las ventas"). Sí: some girls wander (and wonder) by mistake.
(Todas las imágenes de esta entrada pertenecen a Emily Winfield Martin)

miércoles, 4 de julio de 2012

La cita prometida hace un año: feliz 4 de julio





"La mañana en que a la última hija de los Lisbon le tocó el turno de suicidarse -esta vez fue Mary y con somníferos, como Therese-, los dos sanitarios llegaron a su casa sabiendo exactamente dónde estaba el cajón de los cuchillos y el horno de gas y dónde la viga del sótano en la que podía atarse una cuerda. A nosotros nos pareció que, como siempre, salían demasiado lentamente de la ambulancia, mientras el gordo decía en voz baja:
-Que no es la tele, tíos, aquí no hay que correr.
Cargado con el pesado respirador y la unidad cardiaca, pasó entre los arbustos, que habían crecido monstruosamente, y cruzó el descuidado césped que trece años atrás, cuando empezó todo, estaba pulcro e inmaculado."


(Jeffrey Eugenides, Las vírgenes suicidas, p. 1)

martes, 3 de julio de 2012

La Mancha mancha












Fin de semana en Campo de Criptana (Ciudad Real).
La mancha surrealista.
Espacio abierto que pincha: la mancha de alambre.
Parques vacíos, calles vacías.
Viento. Mucho viento. ¿Cierzo?
Sol.
Que mancha.
Murmullos de las persianas deshabitadas.
Gineceo de mantas y pelerinas plegables. Por la noche.
El molino-museo de Saritísima (saritííísssiiimmmaaaa...).
Cal y añil sobre las casas.
Un pez tostada.
Fotofobia.
Pozos en la Guindalera, sin guindas. Con agua.
Y un lagarto verde, muy grande, cruzando la tierra.
De los gigantes.
País Semanal (Paco León y su hermana y su madre) con coca-cola e indolencia de terraza de domingo.
Ah, y las moscas. Siempre las moscas.
La Mancha que mancha.


(Última imagen de Las Musas. Sierra de los Molinos, Campo de Criptana)

lunes, 25 de junio de 2012

La guinda




La guinda es que mañana hoy haré lectura dramatizada de El jardín de las flores vivas
con la interpretación de Bárbara Risso, Rosel Murillo y Amanda Marinas.
A las 19h. en La Guindalera.
Por eso es la guinda.
¿Quién quiere probarla?

sábado, 23 de junio de 2012

Por qué leer a Virginia Woolf en junio



"Porque Cam pasó a dos centímetros del caballete; no estaba dispuesta a detenerse ni por el señor Bankes ni por Lily Briscoe, pese a que el primero, que hubiera querido tener una hija, extendió la mano; tampoco se detuvo al ver a su padre, con quien estuvo igualmente a punto de tropezar; ni respondió a la llamada de su madre, quien, cuando pasó velozmente por delante de ella, le gritó: "¡Cam! ¡Te necesito un momento!". La niña desapareció como un pájaro, un proyectil, una flecha, ¿quién sabría decir impulsada por qué deseo, disparada por quién, dirigida hacia dónde? ¿Qué sucede?, se preguntó la señora Ramsey, siguiéndola con los ojos. Podía ser una visión: una concha, una carretilla, un reino de hadas al otro lado del seto; o podía ser el esplendor de la velocidad; nadie lo sabía. Pero cuando la señora Ramsey exclamó "¡Cam!" por segunda vez, el proyectil se detuvo a mitad de carrera para dirigirse hacia su madre con paso cansino, no sin antes arrancar una hoja de la primera planta que tuvo a mano".


(V. Woolf, Al faro.
Imagen de criandopelusas.wordpress.com)

miércoles, 13 de junio de 2012

Digo que

estoy moviéndome. De verdad. En serio. Todo lo que puedo.

Que he acabado una obra de teatro, enterita, 80 páginas de delirios, de dudas, de soledades.

Que he terminado mi propuesta de escenificación de este año. How I learned to drive. Otra vez. A este paso tendré que acabar montándola de verdad.

Que esta misma mañana he debutado como corista de YermaYerma!). Que el cuerpo me lo pidió. Volví a casa una tarde me di una ducha me miré en el espejo y el cuerpo me lo pidió me lo pidió hazlo hazlo hazlo. Y lo hice. Porque soy muy obediente. Cuando se trata del cuerpo, al menos. Que he corrido, he bailado, he sudado, he adoptado postura de coro, con los ojos muy abiertos la espalda muy recta el patito malvado (el que juzga y critica) atado y amordazado. Abre el coño me dijeron. Y no es broma. Es jerga de actores directores. No sé si de actrices directoras. De actores directores, sí. Al final no hizo falta. Se me secaban las lentillas con los ojos tan abiertos la espalda tan recta el rostro tan serio tan de coro de Yerma. Pero seguí abriéndolos.

Que estoy moviéndome. De verdad. De verdad.

Aunque de una en una.

Estoy moviéndome.

A pesar de los pesares.

Sigo bailando.

Aquí.

Sigo bailando.





Cherry Pie, de Roy Lichtenstein (1962)

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