domingo, 29 de octubre de 2023

madroños & ruido



Halloween (y una regla a punto de bajar) me generan ligeras sensaciones opresivas, como si realmente –más allá del final de Midsommar y del de la novela de Sigrid Nunez– ocurriera algo

[¿Palestina? ¿Ucrania? ¿La amenaza de la extrema derecha? ¿...? 😶]

Otra cosa. No cabemos. Intente hacer lo que intente hacer, ya hay un millón de gente haciéndolo. No me quejo de llegar tarde a las cosas (que siempre lo hago), o de no ser la única: es más bien la sensación de no poder dar un paso, del ruido constante, la sensación de rebaño informe y acrítico. Si tienes horarios que no coincidan con los de la mayoría, aún hay días que lo consigues: una calle vacía en el centro, subir a la montaña, escuchar un podcast en directo. En los museos yo ni lo intento. ¿Qué ha pasado que no pasaba hace 20 años? Pues han pasado esos 20 años, claro... Y una parte de mí sí cree que si los 40 y que si la pandemia –después de 2020 las muchedumbres perdieron su ingenuidad–... Pero hay otra parte que dice que no. Que cualquier experiencia la hemos convertido en una marca, en algo que se exhibe y se populariza (redes sociales mandan...). ¿Un título? ¿Un libro? ¿Un baile? Al igual que las ciudades se uniformizan, también las personas nos gentrificamos. Sé que hay un matiz quizá demasiado pequeño entre esto que digo y el elitismo intelectual, pero aun así es un matiz que existe y está ahí. No aspiro a ser la única que haga lo que hago, solo a poder hacerlo disfrutando, sin tropezar con un millón de cuerpos que siempre parecen el mismo cuerpo ni desaparecer entre el murmullo sordo de voces idénticas... Os quiero, pero no así.

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