lunes, 30 de noviembre de 2009

Contrarreacción

Este año he tenido la sensación de que, con motivo de los actos de conmemoración del 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, algo comenzaba a moverse.

La concentración de Madrid, en la Puerta del Sol, me emocionó, más que por lo que se dijo o proclamó, por la respuesta enfadada de muchas de quienes allí nos hallábamos congregadas ante lecturas y datos de la misoginia. Recuerdo un grito: "¡No estamos tristes, estamos enfadadas!"

No es casual la coincidencia, con las fechas, de ciertos ejemplos reactivos. Es el caso de la polémica suscitada por un artículo aparecido hace unas semanas en El País, a cuyo autor no voy a hacerle el favor de citar su nombre ni ninguna de sus palabras. Este tipo de cosas provocan ahora en mí una respuesta muy diferente de la que hubiera tenido lugar hace un año o dos. La ignorancia y el recurso de la pataleta dan pena, sobre todo. No así por lo que respecta a un períódico como El País, que presume de progresismo y que una vez más defrauda a muchas de sus lectoras y de sus lectores; y que, en consecuencia, se ha visto inundado de respuestas y protestas. Me quedo, de entre todas ellas, con el final de la carta de mi antigua profesora Luisa Posada Kubissa, cuando concluye "ladran, luego cabalgamos"...

Y hace un rato me han llegado noticias sobre la sentencia del juicio a Nagore Lafagge. Tristes noticias. Nagore Lafagge, de 20 años, fue golpeada y estrangulada en Pamplona por un compañero de trabajo, en el año 2008, después de que éste la agrediera sexualmente. Me han ido llegando informaciones paulatinamente sobre el caso, y parece un compendio de mala praxis de todo tipo: el alcohol como atenuante, la imprudencia de la mujer como excusa para la agresión... Así, hasta llegar a la paradoja resultante de que la propia víctima parece ser la verdadera culpable de su homicidio (no asesinato). Seguro que, según las muestras ofrecidas en las últimas semanas, esto habrá recibido la conformidad de ciertos estandartes del periodismo progresista de este país.

La semana pasada asistí a una charla sobre prostitución donde Rocío Nieto, de APRAMP, comentó que cuando una mujer es prostituida (y yo añado golpeada, violada, humillada...) todas lo somos también un poco. Le duela a quien le duela. A nosotras nos duele más.

Puede que sea la famosa teoría de acción-reacción. También la semana pasada me sorprendió la película "No estás sola, Sara", coproducida por el Instituto de la Mujer y protagonizada por Amaia Salamanca, sobre la espiral de violencia física, psíquica y sexual (impresionante el tratamiento de esta última) de una chica que podríamos ser cualquiera de nosotras.

Bien. Pues a la acción-reacción contraponemos nosotras nuestra contrarreacción. Las cartas de respuesta a El País son un buen ejemplo.

Y, como las violencias son muchas, y algunas muy políticas, sutiles y diplomáticas, la semana pasada también (agitada semana) el proyecto de Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de Interrupción Voluntaria del Embarazo salvó el primer escollo de las enmiendas a la totalidad del texto en el Congreso de los Diputados. Entre las originales propuestas de apoyo a la mujer embarazada del Partido Popular y todo lo demás yo espero que salvemos el resto de escollos con la misma dignidad y no permitamos que ninguna mujer -ni mayor ni menor de 18 años- vea coartada su libertad, su cuerpo o su dignidad en virtud de palabras o argumentos que, vengan de quien vengan -periódicos, escritores, partidos políticos o tribunales- y como vengan -en forma de artículo periodístico, sentencia judicial o consenso político-, son, simple y llanamente, los de la misoginia.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Yerma marchita

Dudo y dudo antes de escribir esta entrada. Me ocurre siempre que aún estoy pensando y quizás es pronto para empezar a escribir. ¿Qué quería decirnos Lorca con esas últimas palabras en boca de Yerma? ¿Qué trataba de decir Yerma? Después de tantas páginas, sollozos y conjuros de loa a la maternidad, a la feminidad de lo fértil, de la leche y de las nanas.

Me fascinan los personajes de Lorca. Las mujeres de Lorca; me intrigan porque mientras las leo no dejo de hacerme preguntas. Sobre todo con Yerma. A estas alturas el discurso de la maternidad a mí me sigue provocando tantos escalofríos como en su día debía provocarle a Simone de Beauvoir (ella recomendaba a las mujeres de su época que no fueran madres). Así que cuando Yerma sufre por no serlo yo no dejo de enarcar una ceja preguntándome por el significado de todo ello.

La primera vez que leí Yerma tenía trece años y todavía estaba en el colegio. Creo que tuvimos que leerlo para la clase de literatura. Y ya hubo algo que se me movió dentro. No sabría explicar qué, ni obviamente lo supe entonces. Después, durante años, la obra ha estado persiguiéndome de manera casi imperceptible; sin embargo, no he conseguido verla representada, a pesar de que he estado a punto varias veces.

Ahora que he vuelto a leerla, catorce años después, la mitad de mi vida después, mi mirada, seguro, ya no es la misma. No he buscado, probablemente, las mismas cosas. Yerma languidece en su aldea junto a un marido al que en realidad no quiere porque anhela un deseo por encima de todo: un hijo (o imagino que una hija). Y cuando dice que quiere beber agua y no hay vaso ni agua o se pregunta si es preciso ver en el hombre al hombre nada más yo tiemblo.

Pero sobre todo, sobre todo, tiemblo al final, cuando declara, afirma, haber matado a su hijo. Pienso en Medea y en la condena de una libertad radical, liberación para ella, Yerma, del fantasma del hijo que la persigue y de la realidad del marido, la casa, la aldea. En la posibilidad de una liberación trágica, porque Yerma se condena con ella. Y lo sabe. Pero elige y actúa. Y desea. Y grita, exclama, habla, explica.

Mis ojos no son los mismos que leían hace catorce años. ¿Escribió Lorca toda la obra sólo para poder llegar a esa última frase, para dejar que Yerma avanzara un paso, más allá de donde nadie hubiera creído posible? Quizás no, pero, ¿qué importa? ¿Pertenece Yerma más a Lorca o a quienes hoy seguimos leyéndola y emocionándonos, pensándola e interpretándola? Ese es el juego; lleno de ambigüedades, de contradicciones y de fuerza.

He agradecido esa frase como pocas otras en todos los libros que he leído. Como le agradezco a mi profesora de lengua y literatura, haberme obligado a leer a Lorca, por primera vez, con trece años.

Y le agradezco al lenguaje, a las palabras; a las posibilidades que éstas nos brindan, siempre a un solo palmo pero nunca completamente resueltas.

martes, 24 de noviembre de 2009

Marchita Yerma

"Marchita, marchita, pero segura. Ahora sí que lo sé de cierto. Y sola. Voy a descansar sin despertarme sobresaltada para ver si la sangre me anuncia otra sangre nueva. Con el cuerpo seco para siempre. ¿Qué queréis saber? No os acerquéis, porque he matado a mi hijo. ¡Yo misma he matado a mi hijo!"


(Federico García-Lorca, Yerma, Cuadro Último).

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Hago bailando

Hago
bailando
lo que se hace, lo que se hará




(André Breton, Manifiesto surrealista, 1924)

lunes, 9 de noviembre de 2009

Inventario de teatro

He pensado en hacer un inventario de las obras de teatro que voy a ver o que, de algún modo, pasan por mi vida. Por diversos motivos, algunos de los cuales no vienen al caso, este año está siendo para mí un año de teatro. Quién sabe. Algunas razones llevan a otras, a veces por motivos y caminos que ni siquiera son conscientes. Y encuentras cosas cuando ni siquiera sabías que las estabas buscando.

Este último año he ido mucho al teatro. Y ahora, lentamente, el teatro está empezando a colárseme por agujeros insospechados. Las cosas fueron más o menos así:

-"Hamlet" (Tomas Pandur, Matadero de Madrid, Febrero 2009). Pobablemente lo vi en las peores condiciones para verlo. Tengo la sensación de que se merecía más, y fui capaz de sacarle muy poco. Ojalá tuviera la oportunidad de volver a verlo. Pero así es el teatro; incierto y efímero. Y así nos gusta. Recuerdo la sensación de frío, yo creo que intencionada, con el escenario rodeado de agua. La recreación de un Hamlet con cuerpo de mujer, algo que todavía me emociona profundamente. Blanca Portillo, como siempre, soberbia; y también algunos otros actores del reparto. Seguramente, aunque esto es algo que aprendí justo entonces, debería haber releído a Shakespeare antes de ir a verla.

-"Tito Andrónico" (Andrés Lima-Animalario, Matadero de Madrid, Agosto 2009). Sangre, violencia, venganzas, asesinatos, violaciones... Otra vez pude comprobar la versatilidad del espacio del Matadero. Y también el buen hacer de algunoas/as, como Alberto San Juan, sobre el escenario. Quizás lo que más recuerde sea la sensación de horror ante el esperpento de un retrato del alma humana muy, muy salvaje (y creo que también muy necesario).

-"Medea" (Tomas Pandur, Teatro Romano de Mérida, Agosto 2009). Ya dediqué una entrada completa a hablar del tema (http://lamujerquemedelaganadeser.blogspot.com/2009/08/medea-portillo.html), aunque podría dedicar muchas más. Blanca Portillo y su Medea significaron más que cualquier otra cosa que yo haya visto nunca sobre un escenario.

-"Años 90, nacimos para ser estrellas" (La Tristura, Teatro Pradillo, Septiembre 2009). Me gustó la puesta en escena, muy, muy sencilla (sólo dos actrices, suelo de pizarra negra, prácticamente ningún objeto sobre el escenario). Una primera escena, donde una de las actrices venda a la otra (las dos interpretan personajes masculinos). Y una muy buena banda sonora. A nivel personal, fue la primera vez que fui sola al teatro; eso hizo que todas esas sensaciones -de pudor, de ansiedad... y de muchas otras cosas a las que casi no puedo ponerles palabras- se acentuaran. Y probablemente, y no por otra cosa sino por eso mismo, marcó el principio de una nueva época.

-"Fedra" (José Carlos Plaza, Teatro Bellas Artes, Septiembre 2009). Un buen ejemplo de teatro clásico, en todos los sentidos, creo yo. El texto: el amor, la traición... me pedían una vuelta de tuerca, algo que me lo explicara de nuevo, aquí y ahora. Y no la encontré por ningún lado. Lo mejor: Alicia Hermida.

-"La casa de Bernarda Alba" (Lluís Pasqual, Matadero de Madrid, Octubre 2009). Esta vez las gradas de asientos estaban enfrentadas y, en medio, el escenario, rectangular, con velos blancos que subían y bajaban y lograban una luz que no podía ser más lorquiana. Muy bien, muy bien Núria Espert. Me quedo, además de con la luz, con el efecto de tener que enfrentarte a tu propia existencia en la función, como expectadora frente a otras y otros. Desde luego, no cómodo; pero, ¿cuándo es cómodo el teatro?

-"Hey Girl!" (Romeo Castellucci, Teatro María Guerrero, Octubre 2009). También escribí ya sobre ésta (http://lamujerquemedelaganadeser.blogspot.com/2009/10/che-posso-dire-que-puedo-decir.html). Me sorprendió, sobre todo, por las cosas que pasaban, por los cambios, de los que apenas te dabas cuenta, pero que eran constantes. El olor, que nunca había jugado para mí un papel en el teatro. Y fue la constatación de cómo lo desagradable, lo que no apetece ver, ni oír, ni sentir (lo estridente, lo destructor) también se cuela, debe colarse, en un escenario.

-"La casa de la fuerza" (Angélica Liddell, Matadero de Madrid, Noviembre 2009). Aún estoy digiriéndola (cinco horas y media no se digieren tan rápido). Creo que tiene líneas muy acertadas, un buen tratamiento del tema de la violencia contra las mujeres, sin tapujos, y también, posiblemente, del del amor -tengo la sensación de que me perdí cosas, pero dada la duración creo que era inevitable-. Tengo algunas dudas sobre el final -no muchas, sólo algunas-. Y mis ojos se siguen abriendo como platos cuando recuerdo ciertas escenas: los cortes con una cuchilla y la extracción de sangre a dos de las actrices (sí, es posible hacer un análisis de sangre sobre un escenario, al parecer, durante cuatro noches seguidas).

Y así seguimos. Porque aún faltan dos meses para que acabe el año, y, como he visto, cronológicamente, la cosa sigue un orden progresivo.

Alguna explicación debe de tener. El teatro me coloca siempre frente al hecho de estar o de ser, de alguna manera, en el mundo. Quizás la búsqueda sea descubrir qué se es o cómo se está, sea lo que sea. Por eso no es cómodo, ni tranquilizador; no es para cobardes. Me siento expuesta, sin poder esconderme; es la vergüenza, el pudor, el miedo ante lo efímero, ante la incertidumbre, el cambio, el movimiento, el juego, el baile. Niezsche escribió sobre la tragedia, y en Grecia probablemente ya eran conscientes de esto. Por eso el teatro se ha considerado a veces peligroso; porque pone al descubierto el fondo resbaladizo de la llamada vida real (y también de la llamada alma humana). Lo hace jugando, claro, pero eso no significa que el fondo resbale menos. Funciona como una especie de espejo, a tiempo real, y por eso es tan brutal; no hay donde esconderse, ni excusas que valgan.

Pero el juego es, al mismo tiempo, dulce, porque es emocionante y nos permite crear, descubrirnos, descubrir. ¿Y... quién querría renunciar a eso?

viernes, 6 de noviembre de 2009

Otra lapidación

Dejo el enlace a la campaña de recogida de firmas de Amnistía Internacional para evitar la lapidación de una mujer en Irán, acusada de "adulterio dentro del matrimonio".

http://web.es.amnesty.org/iran-lapidaciones/

Hace unos meses la noticia de la lapidación de Aisha Ibrahim Dhuhulow , a manos de los "Señores de la guerra" nos ponía los pelos de punta porque ya era tarde para tratar de hacer nada. Ahora, quizás todavía no lo sea.

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