viernes, 29 de julio de 2022

ya huele a agosto



... y agosto huele a pueblo,
a tiempo,
a Madrid
y a verbenas.


Imagen de La virgen de agosto 
(Jonás Trueba & Itsaso Arana, 2019)

miércoles, 27 de julio de 2022

viernes, 22 de julio de 2022

las vacas me hacen sonreír

Foto de Antonio Fernández de Sevilla


Camino Schmid, julio 2022

domingo, 17 de julio de 2022

mosquitos





... y siesta.



Sant Vicenç de Montalt, julio 2022

viernes, 15 de julio de 2022

jueves, 14 de julio de 2022

sábado, 9 de julio de 2022

jueves, 7 de julio de 2022

windy day



... y cortes de pelo y vestidos bonitos.

lunes, 4 de julio de 2022

writcamping 2022



Por quinto año, hoy comenzamos nuestro campamento virtual de escritura: 
10 semanas de creatividad compartida y gozosa.
En Las Hedonistas, por supuesto:)

domingo, 3 de julio de 2022

julio




El sol estaba subiendo por la cuesta, al este. Sus rayos eran afilados y penetraban directamente en la estancia. Con esa luz, todo quedaba a la vista, desde los restos de comida en el suelo, las manchas de café que iban de la parte derecha de la encimera hasta el fregadero al otro lado, la cacerola con el agua de las salchichas llena de perlas de grasa y las dos salchichas empapadas y reventadas, los dos cartones de leche vacíos al lado, hasta la tarrina abierta de margarina, tan blanda que casi flotaba, con un color mucho más oscuro que cuando se sacaba fría del frigorífico. La bayeta Wetex, que se quedaba tiesa como una cáscara cuando se secaba, y que ahora colgaba sobre el borde de metal que separaba los dos senos del fregadero, como una especie de refuerzo, originalmente blanco, ahora gris y negro. Los vasos, las tazas, los platos grandes y pequeños rebosando de las pilas hasta la encimera de acero inoxidable, como una planta voraz de cristal y porcelana. Los dos botes de cristal vacíos de salsa para pasta sin lavar, con restos rojos. El embalaje de plástico transparente del queso amarillo, que ante una mirada distraída podía dar la impresión de que la etiqueta con el logo volara por encima de la tabla de cortar, colocada junto a la pared. El jugo de remolacha que había absorbido la madera. Las plantas secas en el alféizar, muertas desde hacía meses, como si estuvieran tan identificadas con la cocina que nadie pensara ya que debían tirarse. La mesa rebosante de vasos y platos, la jarra con el agua llena de pequeñas burbujas de aire, las migas secas alrededor de los sitios donde se sentaban los niños, las bolsas vacías de fruta tiradas como pequeños hangares de plástico entre montones de dibujos y cuadernos, rotuladores y pinturas, por no hablar de los dos estantes de la pared junto a la ventana, hinchados como arrecifes de coral con todas las cosas acumuladas por los niños los últimos años, desde cajitas de chuches en forma de princesas o distintas figuras de Disney, cajitas de perlas, barras de pegamento, cochecitos y acuarelas, hasta piezas de puzzles, de Playmobil, cartas y facturas, muñecas y unas bolitas de cristal con delfines dentro que pidió Vanja cuando estuvimos en Venecia el verano anterior. Ese estante era una estación, cuando llegaban allí las cosas salían de la circulación para quedarse en ella. Teníamos varias de esas estaciones, en las que la vida de las cosas cesaba de repente [...].


Fin, Mi lucha 6 (Karl Ove Knausgård, 2011)

viernes, 1 de julio de 2022

en bolle



Un ritual hace de una experiencia algo valioso, espiritual y trascendente. Si se efectúa regularmente y se asocia a sensaciones de comodidad y desahogo, puede transformar algo relativamente normal en un acontecimiento especial que atesorar. Cepillarse los dientes, lavarse el pelo, el café de primera hora de la mañana o quedarse en la cama un domingo... Todo puede ser un ritual.


Niksen. El arte neerlandés de no hacer nada (Anette Lavrijsen, 2021)

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