Te vuelves Bruja al decir en alto "soy una Bruja" tres veces y al pensar en ello. Te vuelves Bruja siendo mujer, no dócil, enfadada, alegre e inmortal...
W.I.T.C.H. Conspiración Terrorista Internacional de las Mujeres del infierno.
Comunicados y hechizos
La Felguera Editores (2013)
Tía Top es un cuento que escribí hace unos seis años. Lo escribí en Madrid, inspirada por cierta anécdota personal que contó Silvia Nanclares en un taller de escritura. Pero yo pensaba en esta ciudad, en mi norte lluvioso, resbaladizo y verde... En tardes como estas...
–Tía Top, tía Top…
Tía Top es alta, no exactamente grande pero sí algo desgarbada.
Tía Top viste indefectiblemente de colores pardos. A veces lleva faldas de cuadros, a veces usa gorro impermeable para la lluvia. Casi nunca se le ven los ojos. Los niños creen que por eso todo el mundo la llama tía Top. (No, los niños no creen; los padres, los adultos creen: los niños saben que tía Top se llama tía Top exactamente por eso: nadie le ha llegado a ver los ojos).
Tía Top fue maestra o quizá cartera. No, cartera no; quizá dependienta. Sí, dependienta de correos.
Nadie sabe a ciencia cierta dónde vive.
Puedes pasar días enteros sin verla; olvidar incluso que existe. Y entonces un día (una hora, un instante) aparece. Al doblar la esquina. Al bajar del autobús, sentada bajo la marquesina de la parada. En el último banco del parque, leyendo un libro bajo el ala de su sombrero de lluvia.
Tía Top es tan esquiva como una gota de agua.
Y al mismo tiempo su presencia es absoluta: levantas la vista con rapidez y dudas de si en realidad estaba ahí. Entonces miras de nuevo y sí, la ves esperando turno entre las clientas de la pastelería, como cualquier domingo del mes.
Tía Top ha sido avistada entrando y saliendo de distintas casas y establecimientos, por toda la ciudad:
Cruzando la calle,
Saludando al vecino de arriba,
Esquivando (siendo esquivada) por un par de bicicletas,
Tomando una taza de té en la cafetería del callejón,
Leyendo un telegrama, a la salida de su antigua oficina de correos,
Caminando por el paseo, la mirada vuelta hacia el mar,
Acariciando a un gato que había acudido a frotarse contra sus piernas,
Entregándole algo (¿un par de monedas?) (¿un par de anillos?) al mendigo de la iglesia,
Subiendo el camino del cerro verde, ladera arriba, y sujetándose el pelo contra la cabeza,
Frotando la suela de sus zapatos (color pardo) contra el borde de un escalón (color gris),
Abandonando su gorro de lluvia junto a una farola,
Asomada al muro del puerto, donde más enloquecidas saltan las olas…
–Tía Top...
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