–Me gustaría que escribieras un cuento sencillo, solo uno más –dice–. Como los que escribía Maupassant, o Chéjov, los que escribías antes. Solo gente identificable y luego explicar lo que les pasa.
–Sí, ¿por qué no? Eso puede hacerse –le digo. Quiero complacerle aunque ya no sé cómo se escribe de ese modo. Me gustaría intentar contar una historia así, si se refiere a esas que empiezan: "Érase una vez una mujer..." y esa frase va seguida de una trama. Siempre he despreciado esa línea recta irremediable entre dos puntos. No por razones literarias, sino porque desvanece toda esperanza. Todo el mundo, sean seres reales o inventados, merece el destino abierto de la vida.
Grace Paley, Conversación con mi padre (Enormes cambios en el último minuto, 1974)
estampillar los libros nuevos
decidir si voy a Barcelona y hago el taller de Suzanne (Lebeau)
si quiero probar el fitboxing
pensar en el espacio de ahí afuera
en los monstruos de ahí abajo
en los monstruos de ahí abajo
en las mujeres y los hombres de hace 800.000 años (visitar, quizá, Atapuerca)
acabar la novela (¿en Gijón?)
traducir, tal vez, ese cuento
leer a Sheila Heti
Rosalie Blum 3
Rosalie Blum 3
y a Carrère
decidir qué hago con mi pelo
escribir la crónica fetenera de este año
y el artículo –sobre las infancias– para Primer Acto
¿revista Torpedo?
Ikea
pegar flores en los bordes de la cajonerita
Ilustración de Sara Morante
¿revista Torpedo?
Ikea
pegar flores en los bordes de la cajonerita
Ilustración de Sara Morante
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