Es querer y no encontrar el cuerpo; es llorar y no saber por quién se llora; es suspirar por alguien que uno sabe que no se merece los suspiros. Es una herida abierta que mana sin parar un hilillo de sangre, y no hay nadie, nadie en el mundo, que traiga los algodones, las vendas o el precioso terrón de nieve.
F. García Lorca, Doña Rosita la soltera
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