Empezaba a interesarse por ella, por su desconocida vida, que ahora transcurría por entero fuera del hogar. Su corazón albergaba un extraño odio hacia su madre, odio que parecía crecer con ella, que como el amor tenía mil motivos y ninguno, y como el amor podía decir: “Porque era ella, porque era yo”.
El vino de la soledad (Irène Némirovsky, 1935)
No hay comentarios:
Publicar un comentario