Ayer vimos Te doy mis ojos, de Icíar Bollaín, del año 2003. Yo creo que es una película de obligada proyección en un ciclo de cine feminista y de mujeres. Y es una película que no deja a nadie indiferente -de ello da fe el millón de expectadores y expectadoras que fueron a verla al cine.
Hacía años que no la veía, y está claro que he cambiado bastante en ese tiempo.
Yo creo que Icíar Bollaín sabía muy bien lo que hacía y también cómo tenía que hacerlo, cuando escribió el guión y cuando la rodó. La metáfora que le da título es interesante; la conexión continua con el tema del amor -que, insisto, permanece como un dogma en nuestra cultura. Y sobre todo marcó un hito en el largo proceso de extracción del tema de la violencia de género, del ámbito privado al público -y pocos discursos tan eficaces para ello como el cinematográfico.
Pero... tengo varios peros, dudas u objeciones. Últimamente me obsesiona el tema de la construcción de los personajes, y la perspectiva que la narración nos da. ¿Dónde posiciona Bollaín la cámara? Probablemente, entre los dos personajes, víctima y agresor. Eso, en principio, me maravilla: ser capaz de posicionar la historia desde la perspectiva del maltratador, sin tratar de redimirlo, al mismo tiempo. Mi duda viene de que no sé, francamente, si en último término es posible hacer eso. Si alguien vio el corto Amores que matan, que Bollaín realizó antes de Te doy mis ojos, entenderá mejor de lo que hablo.
¿Tiene algún sentido la búsqueda de la objetividad a través de un discurso de ficción -o del tipo que sea, en realidad? ¿Qué tiene de malo reconocer tu propio posicionamiento, que es inevitable? Así que oscilo. Personalmente, soy muy escéptica sobre algunas cuestiones que se muestran en la película (las terapias para maltratadores, por ejemplo). Y puede que, como expectadora, con mi carga de subjetividad, mi posicionamiento debido a creencias, vivencias, etc. de lo más diverso, no me apetezca ver ningún atisbo de comprensión para el personaje de Luís Tosar.
Pero, como digo, oscilo como un péndulo. Lo de la redención de los personajes constituye uno de mis temas estrella, desde que vi cierta entrevista a Pedro Almodóvar en la que éste reconocía que, como escritor, siempre se ve en la necesidad de redimir a sus personajes. Yo no estoy nada segura de que eso sea preciso, posible o siquiera deseable. Quizás lo de la redención no dependa sólo de quien crea, sino de quien recibe (lee, ve, juzga y critica); es decir, aunque reconozco los denodados esfuerzos de Almodóvar para redimir al protagonista de Hable con ella (interpretado por Javier Cámara), para mí, como expectadora, no lo consigue -y el tipo continua siendo un violador.
Volviendo a Te doy mis ojos, creo que Bollaín no trataba en ningún momento de redimir al personaje de Tosar. Pero, contemplando el resultado, sí nos lo muestra como un ser humano; no un monstruo, ni un psicópata. Eso me parece un acierto. Y, al tiempo, deja quizás la puerta abierta a cierta identificación... que revuelve las tripas de cualquier expectador con un mínimo de conciencia. Lo malo es que no estoy segura de que ese mínimo de conciencia abunde tanto como muchas veces pensamos.
1 comentario:
Me gusta esta postura respecto al juego de Almodóvar de redimir a este tipo de sujetos, pues es una utopía feminista el que cambien los hombres con estas deviaciones mentales.
Nada los hace cambiar lo que aprendieron a palos y esa es su forma de configurar el mundo que les rodea.
Aquí lo posible es que las mujeres dejemos de sufrir y olvidemos este tipo de relaciones destructivas, para qué seguimos educando a nuestras hijas e hijos en la sumisión ante padres como estos?
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