El 5 de enero de 2013 yo pasé la mañana en distintos emplazamientos del barrio de Malasaña, en Madrid; iba a desayunar con alguien que al final se quedó durmiendo, y yo pasé varias horas sentada en diferentes bancos y poyetes, sorbiéndome los mocos y preguntándome por esa asombrosa disponibilidad mía para los plantones.
Después comí con unas amigas, lloré más. Por la noche me reencontré con mi familia en un italiano, me di cuenta de todo lo que había sufrido esas Navidades, y de lo cansada que estaba. Al día siguiente era Reyes.
Han pasado cinco años, y creo que no me habría acordado de esto si no fuera por toda esta relectura del blog de las últimas semanas; y también porque anoche pasé justo por uno de esos bancos en los que estuve aquel día. ¿Habéis tenido alguna vez uno de estos momentos de reencuentro; de ver a la que entonces erais allí sentada y sonreírle con cariño desde la distancia de vuestra yo actual?
Las imágenes de arriba corresponden al 5 de enero de este año; o sea, a esta mañana, que he pasado horneando el preparado de galletas que me trajo Papá Nöel. Creo que no podría tener mejor modo de ajustar cuentas con aquel 5 de enero tan triste; mira lo cálida que estás ahora, y lo bien que huele en esta cocina...
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