"Porque Cam pasó a dos centímetros del caballete; no estaba dispuesta a detenerse ni por el señor Bankes ni por Lily Briscoe, pese a que el primero, que hubiera querido tener una hija, extendió la mano; tampoco se detuvo al ver a su padre, con quien estuvo igualmente a punto de tropezar; ni respondió a la llamada de su madre, quien, cuando pasó velozmente por delante de ella, le gritó: "¡Cam! ¡Te necesito un momento!". La niña desapareció como un pájaro, un proyectil, una flecha, ¿quién sabría decir impulsada por qué deseo, disparada por quién, dirigida hacia dónde? ¿Qué sucede?, se preguntó la señora Ramsey, siguiéndola con los ojos. Podía ser una visión: una concha, una carretilla, un reino de hadas al otro lado del seto; o podía ser el esplendor de la velocidad; nadie lo sabía. Pero cuando la señora Ramsey exclamó "¡Cam!" por segunda vez, el proyectil se detuvo a mitad de carrera para dirigirse hacia su madre con paso cansino, no sin antes arrancar una hoja de la primera planta que tuvo a mano".
(V. Woolf, Al faro.
Imagen de criandopelusas.wordpress.com)
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