miércoles, 13 de junio de 2012

Digo que

estoy moviéndome. De verdad. En serio. Todo lo que puedo.

Que he acabado una obra de teatro, enterita, 80 páginas de delirios, de dudas, de soledades.

Que he terminado mi propuesta de escenificación de este año. How I learned to drive. Otra vez. A este paso tendré que acabar montándola de verdad.

Que esta misma mañana he debutado como corista de YermaYerma!). Que el cuerpo me lo pidió. Volví a casa una tarde me di una ducha me miré en el espejo y el cuerpo me lo pidió me lo pidió hazlo hazlo hazlo. Y lo hice. Porque soy muy obediente. Cuando se trata del cuerpo, al menos. Que he corrido, he bailado, he sudado, he adoptado postura de coro, con los ojos muy abiertos la espalda muy recta el patito malvado (el que juzga y critica) atado y amordazado. Abre el coño me dijeron. Y no es broma. Es jerga de actores directores. No sé si de actrices directoras. De actores directores, sí. Al final no hizo falta. Se me secaban las lentillas con los ojos tan abiertos la espalda tan recta el rostro tan serio tan de coro de Yerma. Pero seguí abriéndolos.

Que estoy moviéndome. De verdad. De verdad.

Aunque de una en una.

Estoy moviéndome.

A pesar de los pesares.

Sigo bailando.

Aquí.

Sigo bailando.





Cherry Pie, de Roy Lichtenstein (1962)

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