Voy caminando por la calle. Es Navidad. Me encanta la Navidad. Soy completamente partidaria de las navidades profanas y del atracón de lucecitas de colores, pavo y chocolatinas que estas fechas sugieren anualmente. Y me encanta aprovechar cualquier oportunidad, por pequeña que sea, para regalar y ser regalada.
A lo que iba. Voy por la calle. Una calle cualquiera de mi barrio. Hace frío porque es diciembre. El sol luce, radiante, sin embargo. Yo (y mi trabajada cultura navideña) preferiríamos que nevara, pero de cualquier forma el sol nos vale -yo escribí una poesía, en prosa poética, cuando era pequeña, titulada El sol del invierno (tal vez mi único texto poético de cierto nivel). El anuncio del oso de Coca-Cola me saluda desde la marquesina del autobús, y disculpo que sea de Coca-Cola porque me encanta el diseño del oso y pagaría por tenerlo, en modelo gigante, en mi propia habitación y poder achucharlo. Me gusta el aspecto de esos roscones en el escaparate de la panadería. Y las bombillas de colores, ahora apagadas, en el jardín de enfrente. Hasta disculpo a ese niño que acaba de salpicarme al pasar por mi lado con su patín. Miro hacia arriba pensando en el sol del invierno y en que quizás debí estrenar las nuevas gafas de sol vintage que me trajo Papá Nöel.
Y de pronto lo veo. Los veo. Segundo y cuarto piso. Ocupando toda la fachada de las correspondientes ventanas. Rojos oscuros, granates. Seguramente pertenecientes a algunas de esas simpáticas y transgresoras familias que pueblan estas calles; familias llenas de niñas y niños como el que me ha salpicado el abrigo. Llevan ahí, seguramente, varias navidades; más o menos desde que lasmanifestacionesdelafamilia se pusieron de moda y esasfamilias, en un arranque de solidaridad identitaria y desprendimiento de espíritu, sintieron la necesidad de diferenciar su navidad de la del resto.
Pero quizás sea por la concentración espacial de ambas pañoletas, que esta vez decido que es momento de pasar a la acción. Es entonces cuando la GUF, con movimientos rápidos y estratégicamente calculados -en los escasos segundos que transcurren entre perder de vista al quiosquero y pasar por delante de la farmacia-, extrae su pistola lanzapintura del bolso y dispara un par de veces, rápidas y certeras, contra las pañoletas y sus respectivas ventanas.
Pintura verde. Ahora es más navideño; verde y granate. Al grito de: ¡¡Jojojo, Feliz Navidad!!
(* Soy consciente de que el título de esta entrada puede inducir a pensar que la GUF ha estado pasiva durante todo el año. No ha sido así; su actividad es cada vez mayor. Lo que ocurre es que no todas las acciones son igual de visuales)
(** Esta entrada está dedicada a Elisa)
2 comentarios:
guau, lola bella, entre esto y las foxfire la armamos, jeje! yo también soy de las que... por qué no nevará todo el maldito diciembre!!! paganas siempre! muaaaaaaaaaaaaaaaaaa
hola guapa!!!!!
cómo empezó el año??
qué ganas de veros!!
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