Se han casado Silvia y José, y yo casi no llego a tiempo porque el autobús entró con retraso en Madrid, y la lentilla izquierda, como siempre, no se acomodaba dentro del ojo, y después no había forma de coger un taxi.
Pero al fin lo conseguí, y pudimos hacer la mani en la puerta de la notaría, y comer bolas de tortilla de patata trufada, observar a los primos y escuchar los votos y condensar el calor de los cuerpos igual que hacíamos antes.
Y celebrar el amor aunque no sea momento, aunque la soledad, la noche, los cuerpos y la lluvia, volviendo a casa. Aunque.
Se han casado Silvia y José.
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