Elaboro teorías metafísicas sobre el mes de agosto.
Algo relacionado con el vacío, el silencio y el tedio.
Hace una semana que la vida huyó a otras partes –lugares con playas, campings, montañas–.
Aquí, agosto podría ser el único momento del año en el que la conciencia retoma su consciencia cósmica: su pertenencia a eso más grande, más oscuro y a la vez más estrellado, que nos contiene. Me refiero tanto al microcosmos, con sus niveles ínfimos de conocimiento, como al macrocosmos, al cielo cargado de estrellas, de agujeros, de... ¿preguntas? Tanto las preguntas como el conocimiento pertenecen a los otros once meses del año; ahí somos capaces de movernos con cierta soltura y hasta con ligereza.
En esta dimensión cósmica, en cambio, estamos perdidas; parece que caemos cuando en realidad no hacemos sino flotar inertes, ante la verdadera vastedad del universo no hay gravedad que valga.
Eso es, aquí, agosto. El retorno al cosmos.
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