Unos meses más tarde, estábamos dando nuestro paseo vespertino cuando comenté algo sobre cómo nadie nos había abrazado de pequeñas. Dije "nos" en lugar de "te". Me cogió de la mano. Nunca lo había hecho; por lo general, caminaba detrás de mí soltando sus frases.
Las dos nos sentamos y lloramos.
"Aprenderemos a amar", le dije.
*
Freud colonizó el mito de Edipo y lo renombró como el hijo que mata al padre y desea a la madre. Pero Edipo es la historia de una adopción, y también la historia de una herida. Yocasta, la madre de Edipo, perfora los tobillos de Edipo antes de abandonarlo, para que no pudiera escaparse gateando. Lo rescatan y vuelve para matar a su padre y casarse con su madre, sin que nadie lo reconozca, excepto Tiresias, el adivino ciego; un caso de una herida que reconoce a otra.
No puedes deshacerte de lo que es tuyo. Aunque lo arrojes lejos, siempre está el regreso, el ajuste de cuentas, la venganza, quizá la reconciliación.
Siempre está el regreso. Y la herida te llevará hasta allí. Es un rastro de sangre.
(...)
Nacer es ya una herida. La sangre menstrual tenía un significado mágico. La llegada del bebé al mundo desgarra el cuerpo de la madre y deja la cabecita todavía suave y abierta. El niño es una cura y un corte. El lugar de lo perdido y lo encontrado.
Está nevando. Aquí estoy yo. Perdida y encontrada.
Jeanette Winterson, ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? (2011)
Imagen de escultura: Maman, de Louise Bourgeois (1999)
Imagen de escultura: Maman, de Louise Bourgeois (1999)
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