No comprender algo es un fermento fenomenal para la escritura. Mis novelas daban forma a una incomprensión creciente.
La anorexia me había servido de lección de anatomía. Conocía ese cuerpo que había descompuesto. Ahora se trataba de reconstruirlo.
Por extraño que parezca, la escritura contribuyó a que así fuera. En primer lugar era un acto físico: había que superar obstáculos para sacar algo de mí.
Aquel esfuerzo constituyó una especie de tejido que luego se convirtió en un cuerpo.
(...)
Entonces el huevo se había metamorfoseado en una titánica tortilla espacial que evolucionaría por el espacio cósmico hasta el fin de los tiempos.
Sí, una autobiografía debía de ser algo así.
(Amélie Nothomb, Biografía del hambre (2006))
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