Ayer se conmemoró el 70º aniversario del asesinato de las denominadas trece rosas por parte del régimen franquista. Gracias a un libro y a una película, a estas alturas casi todo el mundo se halla familiarizado con este triste capítulo de nuestra historia.
La madrugada del 5 de agosto de 1939, después de la victoria franquista en la Guerra Civil, el fusilamiento de trece mujeres (varias de ellas menores de 21 años) pertenecientes a Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) y al Partido Comunista de España (PCE), después de ser condenadas a muerte por "adhesión a la rebelión" contra el orden de la nueva España (http://www.elpais.com/articulo/espana/Homenaje/rosas/aniversario/fusilamiento/elpepuesp/20090805elpepunac_6/Tes), ha permanecido como uno de esos ejemplos del salvajismo de nuestra memoria histórica.
No me gusta el fenómeno que hechos como este provocan, consistente en enfocar demasiado la cuestión en nombres y personas muy concretas. No es que este asesinato en concreto sea más terrible que los demás (además de que la denominación de "rosas", creo, puede funcionar como un eufemismo sexista más). Pero es justo que se recuerde, y que los hechos que recordemos tengan nombres y apellidos. No ha pasado tanto tiempo; a día de hoy, las heridas siguen abiertas en el seno de muchas familias. Las víctimas eran seres humanos que tenían nombres y apellidos.
Hoy, que a comienzos de agosto nuestras grandes preocupaciones son las de no pillar atasco en la operación salida, resulta extraño pensar que no hace tanto que ocurrían, aquí mismo (en el madrileño cementerio de La Almudena), cosas como esta.
De modo que quisiera sumar esta breve entrada al conjunto de actos, palabras y recuerdos destinados a no dejar olvidar la memoria de quienes, ayer mismo como quien dice, fueron obligadas a desaparecer.
No es extraño querer olvidar. Lo raro es poder.
2 comentarios:
Hola, sólo pasé a dejarte mis saludos. Un abrazo.
Elsa
Hola!
Saludos para ti también, seguimos leyéndonos!
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