jueves, 27 de agosto de 2009

Familia(s)

"Ruedo películas desde hace más de 20 años y en ellas una familia siempre es un grupo de personas en cuyo núcleo hay una esencia de la que todos se ocupan".

Encontré esta cita de Pedro Almodóvar, en una entrevista concedida al periódico alemán Die Zeit, hace varias semanas. Ahora que he vuelto a releerla me emociona el acierto de la definición.

No me gusta la palabra "esencia" porque siempre me hace pensar en la inmovilidad o inmutabilidad que tradicionalmente se ha enunciado de cosas que, como la familia, están en permanente movimiento o proceso de transformación. Incluso dentro de una misma familia las cosas, las relaciones y los afectos, rara vez permanecen idénticos a sí mismos. Pero por el contexto en el que discurrían las palabras de Almodóvar creo que entiendo lo que quiere decir; quizás yo no hablaría de esencia, pero sí de estructura, de relaciones, etc.

Lo he vivido. Lo hemos vivido. Si algo tiene el tema de la familia es que, en mayor o menor medida, con el viento de cara o en contra, todas y todos hemos tenido, disfrutado y sufrido con ella. Da igual que esa familia se origine en lazos biológicos o no; hay personas que tienen una asombrosa facilidad para componer familias basadas en otro tipo de conexiones. Redes de apoyo, de afecto. Y también de límites; ¿qué haríamos sin los límites?

La familia es el tema. El tema por excelencia. De donde sales y adonde vuelves. En lo personal, en lo político. Cuando escribes, cuando creas, cuando destruyes. No se trata de acoso o persecución, sino de aquello que no puedes evitar que te constituya, aunque, en ese ejercicio de constitución ya vaya de suyo la necesidad de lucha, de contestación.

Es aquello que amas, aquello contra lo que luchas. Lo que te protege y te cuida, pero también te destruye. Lo que te hace ser -en sentido más o menos tenue-, y contra o frente a lo que eres.

Hemos vertido ríos de tinta sobre ello. "La identidad personal es el logro frágil de criaturas necesitadas y dependientes cuya capacidad para desarrollar una biografía coherente a partir de las voces y perspectivas múltiples, opuestas, y a menudo irreconciliables de la infancia, debe ser cuidada y protegida", escribe Seyla Benhabib. "Familia, os odio", enunció Sartre. "Hay que matar al padre", dijo Freud. Y a la madre.

Estoy tan de acuerdo con Almodóvar. Siempre he entendido que la familia era una especie de red, un complejo con sus indiosincrasias de cuyo sostenimiento todos sus miembros debían ocuparse en la misma medida. Lo que no significa que las relaciones hayan sido siempre simétricas. Cuando alguien deja de ocuparse del sostenimiento, de la redefinición de esas relaciones, es cuando la familia se tambalea. Pero eso nada tiene que ver con quiénes la forman o por qué.

Nadie se libra del juego. Y este juego no es para cobardes. A veces, es casi una cuestión de supervivencia. Se trata de saber quién eres, qué eres, y quiénes son los otros y las otras, quienes te rodean y te influyen, lo quieras o no. De este ejercicio vital de autoconstitución, de búsqueda de la propia identidad, o de las muchas identidades que componen a un ser humano concreto, nadie logra desentenderse. Lo he vivido, lo vivo, cada día. Y es algo bello y algo terrible, al mismo tiempo.

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