sábado, 5 de junio de 2021

Junio podría ser casa



Este es el olor caliente y vivo. Tan caliente que al principio quema, y le notas el gusto. Tan vivo, tan orgánico, que se arrastra nariz adentro por voluntad propia, hasta que te acostumbras a la intrusión. / Estos son los lechones, pequeños, claros y tambaleantes, con las patas demasiado delgaditas y demasiado largas, como ciervos. El repique de sus uñitas sobre el suelo, y sus carrerillas como bandadas de pájaros. Limpios y rosados y calentísimos y hambrientos y peludos, de un pelo claro y fino. Las orejas pequeñas, y los hocicos pequeños y los ojos oscuros y llenos de pestañas y las colas finísimas y enroscadas. Y estas son las madres exhaustas reposando. Los vientres deshinchados y los pezones irritados, la expresión huraña y las bocas inmensas y llenas de dientes y de lenguas blancuzcas, y el pelo grueso y oscuro y áspero. / Esta es la granja caldeada, repleta del olor de los animales, gris del cemento, y marrón de los excrementos, amarilla de la espuma del poliuretano, blanca del polvo sobre las telarañas, azul del cielo en las ventanas, naranja de las luces que calientan a los marranos, y verde de los comederos, y nerviosa de las cerdas paridoras, cansadas antes de comenzar, con las panzas repletas de lechones que quieren nacer. Y esta es la grava, y la higuera y el corral de los cerdos adultos que viven afuera. Y los baldes blancos y azules, y el pienso suave, los ratones escondidos y las trampas para ratones y los gatos que los buscan, y las arañas, y los centenares de miles de arañas atareadas.


Los diques (Irene Solà, 2018)

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