Aquí llegó el otoño, al fin.
Tras la comida popular me empeñé en tener un momento de concentración en nada: el aire, las ovejas, el suelo.
Después de unos segundos con los ojos cerrados, encontré un saltamontes horrible mirándome, posado en mi camiseta. Lo espanté y regresé a la residencia.
Así acabó todo.
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