jueves, 30 de agosto de 2018
Los escritores no van de vacaciones
Era la época en que nos rebosaban los bolsillos
de fruta magullada y fangosa por la lluvia.
Era la época en que las antorchas del jardín se prendían
y alumbraban el plato de cangrejo en un cenador oscuro.
Empezaba ya a hacer frío para bañarse,
y los matorrales se envolvían de telarañas.
Cuando la última carga entraba en el granero,
el aire estaba fresco y soplaba recio el viento.
Eran los días en que con codicia ponderábamos
las horas que quedaban hasta el final del verano.
Era la época en que cada hora tenía
una fuerza única que debíamos hacer nuestra.
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