Pienso en las rosas. Y en los pétalos de las rosas. En si un montón de folios mecanografiados y despedazados podrían pasar por pétalos de rosa. Y en el aroma de las rosas. En la inocencia, en la pureza. Y en el amor. El amor roto, traicionado y machacado; y servido frío. Pero cuando pienso en todo esto estoy de cualquier forma menos fría.
Llevo dos días sin salir de casa y ahora acabo de leer el discurso de recogida del Cervantes, de Ana María Matute. Y he revivido. Y he vuelto a pensar en las rosas y en todo lo demás.
Todas las cosas bonitas, apetecibles y agradables. Las sensaciones. Los olores. Las imágenes y las palabras. Si no inventas, no vives, dice Ana María. Lo dice, y lo prueban sus personajes, esas niñas asombradas a las que se les sale la vida de dentro a través de los ojos.
Mañana volveré (creo) a Sol. Haré trizas todos estos folios desechados, la semana pasada, por culpa de la impresora. Los esparciré por el suelo y dejaré que Jasón chapeotee en ellos.
Porque si no invento, muero.
(* Imágenes de cuentos de Ana María Matute, extraídas del blog Matilda)
No hay comentarios:
Publicar un comentario