Esta tarde he estado bailando con una golem a la que yo acababa de dar vida. No llevaba zapatillas rojas en los pies, aunque me hubiera gustado.
Como la niña del cuento, bailo, y bailo, y bailo. Todos los días. A veces no se nota. Y a veces sí. Pero, se note o no, el baile, mi baile, nunca cesa. Bailo cuando escribo; sola o acompañada. Bailo cuando actúo. Bailo cuando estiro los brazos sobre la cabeza. Cuando como. Cuando duermo. Y cuando bebo, el vino me baila en los ojos, y después me recorre, también bailando, todo el cuerpo.
Así que, pensándolo bien, sí llevo las zapatillas rojas. Escondidas, bien dentro. De vez en cuando asoman un trocito de cinta o de raso, rápidamente, por algún resquicio de mi piel. Sólo que, a diferencia del cuento, nadie me convencerá para quitármelas. Las zapatillas no son (ni eran) un castigo a la soberbia o a la vanidad; eran (y son) el símbolo de la libertad y el movimiento que sale del cuerpo.
Bailo cuando escribo
Bailo cuando aprendo
Cuando escucho
Cuando me río
Y cuando lloro
Bailo...
2 comentarios:
Volar como si caigo.
Soñar, como durmiendo.
Cantar, lo que no alcanzo.
Hablar, sin pretenderlo.
Oir, lo que otros callan.
Callar, por si me muero...
Que no! Que estoy pensando
y hago como que siento....
(Me encanta tu cortica divagación 'bailonga'
gracias!jaja
Y a mí la tuya
Bss!
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