Hace dos días conseguí, contra todo pronóstico, una entrada para The Tempest, en el Teatro Español. Dirigida por Sam Mendes, forma parte de The Bridge Project, que ha montado también As you like it y que va a estar muy pocos días en Madrid. Así que me siento muy afortunada.
Además, el montaje está muy bien. A pesar del esfuerzo que supone el inglés con subtítulos -para mis pobres cervicales, al menos-, también es un privilegio ver Shakespeare en su propia lengua. La gente estaba entusiasmada.
Tuve que leer La Tempestad para uno de mis trabajos de Doctorado, hace ya cuatro años. Se trataba de leer varias obras canónicas y después textos contemporáneos que hubieran reescrito y revisado las primeras. Así que tuve la oportunidad de trabajar muchos de los temas que aparecen en Shakespeare; y también muchos de los que Shakespeare deja entre sombras y que son los que justamente rescatan los textos postmodernos. Temas y personajes.
Salí del teatro preguntándome si sería posible representar hoy algo como La Tempestad sin tocar nada, manteniendo íntegra la obra original. Tengo serias dudas sobre ello. Creo que gran parte del acierto del teatro contemporáneo (o de la literatura, en general) está en la posibilidad de reescribir, de jugar y de reinventar nuestro legado cultural. Lo vi en la propuesta de Mendes, al menos de forma parcial; con esas imágenes iniciales y finales de Próspero, rompiendo la cuarta pared -Próspero es realmente paradigma del patriarcado, el colonialismo, el racismo, etc. Porque si no, ¿qué sentido tiene?
La obra que reescribía La Tempestad era Indigo, de Marina Warner, una novela cuyo subtítulo, Mapping the waters, ya daba idea del juego de identidades, de revisiones y de imágenes que proponía el texto. La leí en versión original -no está traducida al castellano- y fue una delicia. Básicamente, trataba de reivindicar la existencia de parte de esos otros silenciados por el texto canónico: el negro Caliban, el espíritu Ariel -en versión femenina-, la bruja Sycorax o incluso la propia Miranda, desdoblada en un juego muy interesante sobre las identidades sexuales y postcoloniales.
Como digo, de otro modo, ¿qué sentido tiene?; ¿qué sentido tenemos?
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