Estoy superándome a mí misma: una entrada cada tres semanas. En fin. Estoy demasiado ocupada. Y demasiado cansada. Necesito vacaciones urgentes. Y probablemente me quede sin ellas. En fin. Brindo por los pequeños instantes de descanso, en cualquier caso.
En todo este tiempo, claro, han pasado muchas cosas. Por ejemplo, la semana pasada realicé mi-primera-pequeña-revolución-en-solitario. Hubo Junta de Vecinos/as de mi Comunidad. Yo nunca voy, claro, porque no soy propietaria; pero por lo que me cuentan siempre la cosa no tiene desperdicio. Esta vez se les ocurrió que, como el próximo año tendremos que enfrentarnos a todo tipo de obras y derramas, se saltaban limpiamente el turno de Presidencia, que le correspondía a la vecina del 1º, y hacían ocupar su lugar a un hombre (que no recuerdo exactamente en qué piso vive). No sé si este tipo de golpes de Estado son normales en todas las Comunidades vecinales, pero la verdad es que me fastidió. Y no por la vecina del 1º, en cuestión, que ni siquiera me cae bien -es increíblemente cotilla, y siempre que me la encuentro en el portal me llama "niña"-. Pero hubo quien planteó objeciones, y la posición oficial, explícitamente expresada, fue que, efectivamente, los hombres están capacitados para hacer cosas para las que las mujeres somos inválidas.
Me habría encantado estar presente, aunque quizás, finalmente, mi presión arterial lo habría lamentado. Lo cierto es que al día siguiente escribí una carta en la que manifestaba mi malestar -el malestar, la incomprensión y la repulsa de "una vecina indignada" (como he dicho, no soy propietaria, así que no tengo voto)- por la misoginia de la que la Junta de Vecinas/os hacía gala, y por lo tanto por la falta de democracia en la que nos encontrábamos. Incluso acabé citando a Clara Campoamor (algo directamente revolucionario y temerario en mi barrio), con aquello de que "la libertad se aprende ejerciéndola". Si algo me duele especialmente es ver cómo las propias mujeres internalizamos el discurso de nuestra falta de capacidad y naturalizamos y justificamos, de ese modo, nuestra ausencia de poder.
Uf, incluso tuve que robar un rollo de cinta celo del trabajo (bueno, sólo la tomé prestada), para poder pegar la carta en el portal de casa. Fue muy emocionante, casi como si hubiera llevado un pasamontañas negro en la cabeza (parece propio de otras épocas; lo más alucinante es pensar lo poco que han cambiado las causas).
Resultado: la carta duró veinticuatro horas en el portal. Pero me doy por satisfecha. Para empezar, y contra todo pronóstico, el portero, que hace cosas tan maravillosas como escuchar el "Cara al sol" con la radio del coche a todo volumen, se puso de mi lado (!!). Después, la vecina del 1º también me dio las gracias. Y por último, me regocija pensar en las caras de todos esos/as pequeños/as dictadores y dictadoras cuando leyeran la carta; y fijo que alguna/o tuvo que hacerlo, porque si no no habría acabado en la basura. Sólo ese instante merece la pena.
Así que tengo una propuesta política. En mi barrio necesitamos introducir la perspectiva de género y feminista al precio que sea. Y me consta que no sólo en el mío. Necesitamos un PLAN DE CHOQUE FEMINISTA (Y DEMOCRÁTICO) para los distritos de Moncloa y Chamberí (y para todos los demás también, pero empiezo proponiendo de abajo a arriba). De momento, por lo que me toca, propongo formar una GUERRILLA URBANA FEMINISTA (ya tenemos siglas, y todo: la GUF), que vele por el cumplimiento de las ideas democráticas de justicia, igualdad, etc... (¿obviedades? No lo creo...), y por la concienciación feminista de los vecinos y vecinas que pueblan mis calles; se me ocurren montones de cosas para hacer, como esta de la carta e incluso mejores y más divertidas (besadas, pintadas... estoy pensando en los domingos por la mañana, en esa aparente laxitud de la salida de misa... uf, mentes creativas del mundo, uníos). ¿Alguien se apunta?
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